La autoestima se construye desde la infancia y se consolida en gran medida durante la adolescencia. Sin embargo, nunca es tarde para trabajar en ella, y mejorar nuestra calidad de vida. En efecto, sus niveles fluctúan en la vida adulta, pero contamos con herramientas para mejorarla cuando sentimos que nuestra autoestima baja.
1. La auto-crítica constante.
Destacar siempre lo que hacemos mal no conduce a nada bueno. La opción contraria es el reconocimiento, buscar los aspectos positivos que tenemos, ya que todos tenemos un potencial y unas cualidades individuales valiosas. Todos brillamos con luz propia.
2. Compararse con los demás.
Por lo general vemos “más verde el jardín del vecino”. Recuerda el refrán popular “ojos vemos, corazones no sabemos”. Cada persona tiene una realidad personal, familiar, laboral y social distinta. Cada quien nace con un lote de monedas diferente. El punto importante que constituye la diferencia de las personas positivas, de las negativas, es la lectura que le dan a diario a los acontecimientos de su vida. Compararnos para tomar lo positivo de otras personas es sano, pero hacerlo para ratificar nuestro papel de víctima o justificar nuestra imposibilidad para salir de una situación determinada, es absolutamente dañino.
3. No poner límites.
Los límites marcan la frontera de nuestra dignidad, respeto y lo que no es negociable. Aun cuando, hay que saber adaptarse y ser flexible en nuestro día a día, en aras de nuestra paz y bienestar; definitivamente hay que aprender a decir “No”, incluso a nuestros familiares, y personas cercanas, cuando sintamos que atentan contra nuestro espacio personal o simplemente no deseamos hacer algo. Nos enseñaron a ser buenos pero no felices.
4. No practicar la asertividad.
Debemos expresar con claridad y, con respeto lo que queremos y lo que no. No es fácil, siempre surge el miedo a que nos rechacen o se molesten con nosotros, pero hay que hacerlo. Siempre debemos preguntarnos si cuando le decimos “SI”, a los demás nos estamos diciendo “NO” a nosotros mismos.
5. Descuidar el cuerpo, la mente y el espíritu.
Tenemos que aprender a tratarnos bien, a amarnos y consentirnos. Evitar las conductas no constructivas, que nos hacen sentir mal. Además, debemos cuidar nuestro cuerpo, caminar, trotar, montar bicicleta o practicar algún deporte. Cuidar nuestra alimentación y cuidar nuestra mente, enfocándonos en pensamientos positivos y dejando pasar sin engancharnos, los negativos.
6. Rodearse de personas tóxicas.
Estas personas no nos hacen sentir bien, por eso hay que poner distancia en la medida de lo posible, reducir los tiempos que compartimos con ellas, sin sentir la obligación moral de hacerlo y poner las barreras necesarias para protegernos.
7. Establecer relaciones de dependencia emocional.
Esta dependencia es muy destructiva y nos deja exhaustos. Puede ocurrir con familiares, generalmente con los padres o con la pareja y con toda certeza, los resultados son devastadores. Es una manera de anularse a uno mismo. Haciendo depender nuestro bienestar, paz, armonía y proyecto de vida, de otra persona.
8. No tener metas, objetivos o proyectos personales.
Tenemos que mantenernos motivados. No importa que tan sencilla parezca la meta, lo importante es que nos haga sentir ilusionados. Así mismo, debemos incluir en nuestra lista de actividades diarias, alguna acción que nos guste y nos haga sentir bien. La lista no puede ser únicamente de obligaciones.
9. No responsabilizarse de las propias emociones.
Cualquier cosa que no nos haga sentir bien, también es responsabilidad nuestra, ya que aunque esté desencadenada por una persona o situación siempre tenemos la opción de actuar en consecuencia y evitar los daños. Es nuestra responsabilidad hacer un cambio e ir hacia otra dirección, si algo nos hace sentir mal.
10. Diálogo interno negativo.
Debemos poner atención a lo que nos decimos a nosotros mismos a diario. Quejas constantes, pensamientos de frustración, tristeza, amargura y todo aquello que se traduce en la frase “No me merezco las experiencias y cosas buenas de la vida”, hay que desecharlos y sustituirlos por pensamientos, afirmaciones y visualizaciones que refuercen el maravilloso ser humano que eres, y que te mereces todo lo mejor del mundo.