No, no todo lo que nos pasa es nuestra creación. Esto no implica que dejemos de asumir que somos 100% responsables de lo que nos pasa. Pero de sus consecuencias, no de su creación.
A menudo me encuentro con personas que llegan a los seminarios y me comentan con frustración: “¿En qué me equivoqué? ¿Por qué perdí mi trabajo? ¿En qué estuve pensando que provoqué esto en mi vida? Si estaba dando lo mejor de mí…”
“No. No todo lo que ocurre en tu vida es tu creación personal”, le dije. “Tu responsabilidad, en este caso, es generar frustración o compasión con lo que ocurrió, porque eso está bajo tu control”, le respondí.
Entre tantas fórmulas de pensamiento positivo, nos hemos puesto en el centro de todo y tratando de asumir responsabilidad por ello, terminamos culpándonos por todo. Y esto es un acto de injusticia con nosotros mismos.
No todo está bajo nuestro control. Hay catástrofes naturales que nos afectan, accidentes de tránsito, pérdidas de trabajo o nuestra pareja que decide terminar la relación. Situaciones caóticas de las que nos toca participar, pero que no hemos provocado directamente.
¿Cómo podríamos ser tan injustos en provocarnos tanto mal?
Por supuesto, también hay situaciones que claramente provocamos, pero no estamos hablando de ellas.
Hablamos de las pérdidas y algunos conflictos que llegan sin avisar. Todos son parte de este mundo que hemos elegido vivir y también son herramientas para nuestra evolución. Y asumirlos como parte del juego de la vida, no como un error, nos liberará y nos devolverá la paz.
Cuando enfrentemos una situación que nos resulte difícil sostener, no usemos la culpa para castigarnos por su llegada. Mejor recordemos que hemos venido al mundo a experimentar nuestra humanidad, y para lograrlo, no necesariamente debemos dejar de equivocarnos, sino más bien aceptar amorosamente los errores. Porque no nos iluminaremos alcanzado la perfección, sino siendo más amorosos con nosotros mismos.