“Deseo que este año 2019 se cumplan todos tus sueños». Seamos honestos. Pese a que intentamos ponerle letra linda en una tarjeta con hermosas bolitas y tiernos renos, la palabra «deseo» no dice nada. No cotiza ni en la bolsa navideña. Me pasan dos cosas que quisiera compartir contigo.
Por un lado la sensación de que la palabra «deseo» pertenece al paradigma de la vida fortuita, del golpe de suerte. Como si la falta de poder personal, compromiso y seguridad como arquitectos de nuestra vida, hiciera del deseo recibido o enviado, un ingrediente infaltable en el turrón de la esperanza del menú navideño.
El deseo no me mueve, no me compromete, no tiene vida, es un pensamiento. No produce acción, al contrario, nos deja pacientes en la sala de espera de «a ver si este año mis deseos se hacen realidad» por si solitos. Como si ya fuera hora de que esta vez me toque a mí.
Te invito a observar qué se mueve dentro de ti, si reemplazas el deseo por la intención. Me gusta esta palabra. Solo la decimos en primera persona. Lo que trae la intención no puede desearse, porque habla de un proceso, de crear, donde lo importante es qué hace uno con todo lo que puede hacerse, siempre y cuando haya mentes y corazones comprometidos. La intención sólo puede tenerla no quien desea sino quien decide. El deseo es una petición, es un niño escribiendo la carta a Papá Noel, es la afirmación de la falta. La intención es tomar lo que ahora elijo para mí y por lo tanto una acción. Quedarte pensando un deseo o experimentar la intención es una prueba vivencial de que tu mente, alma y corazón están alineadas para experimentar algo que ya creaste. Tú sabrás si la experiencia que quieres vivir cuenta con la fuerza de tu corazón y si hay creencias en tu mente que te apoyan en ese propósito.
De niña fui acusada de desprolijidad (bien podrían haber dicho que sería una canalizadora precoz de Picasso). Recuerdo con qué ilusión empezaba el nuevo cuaderno. Un vasto horizonte de posibilidades se abría ante mí. Sin rastro de desprolijidad podía hacer buena letra de cero. Para las vacaciones de invierno ya era fan de Picasso otra vez.
Llegados a este punto del año vivimos la ilusión de creer que ahora si es momento de sembrar deseos. Todo lo que «me pasó» en el 2017 quedará allí. Que se vaya este año malo y demos la bienvenida al bueno. Como si no hubiera un hábito, una memoria de creación. Si ésta es tu ilusión lamento desconectar las luces de tu arbolito. No es el nuevo año, no son los deseos, no es el «este año si» solo eres tu. Qué vas a hacer tú con este año, con esta vida, con este presente. Usa el nuevo año como una buena ola para divertirte en el mar, pero recuerda que aún así estás tú encima de la tabla.