Hoy vamos a charlar de 3 maneras bastante habituales de cometer suicidio financiero, muchas veces sin tener consciencia de lo que estamos haciendo.
- Vivir más allá de nuestras posibilidades
Vamos a arrancar con una bastante obvia… Gastar más allá de lo prudente, normalmente sin planificación de ningún tipo. Estamos hablando de aquellas personas que gastan todo lo que ganan. Estas personas normalmente, incluso van gastando a cuenta, es decir, cuando saben que vendrá un aumento de sueldo, el aguinaldo o un ingreso extra, ya están pensando en el próximo viaje, comprarse más bienes, cambiar el auto o algo por el estilo.
También suelen caer fácilmente presas de cuanta promoción u oferta bancaria o crediticia les llega a la mano, cosa que les permite financiar sus interminables aventuras consumistas. Son el exponente perfecto de la frase: “¿quién te quita lo bailado?”.
Este tipo de comportamientos los mantiene para siempre anclados en el círculo vicioso del consumo y a merced de la poderosa influencia del marketing en sus diversas formas.
- Trabajar en relación de dependencia toda la vida y apostar a jubilarse dependiendo del estado
El otro día tuve la grata posibilidad de reunirme para celebrar el día del amigo con algunos de mis amigos tucumanos aprovechando mi visita a mi provincia natal en el norte argentino. En un momento de la cena, me consultaban sobre mi visión respecto a si convenía o no aportar al sistema previsional para tener una jubilación en un futuro; la pregunta venía de un amigo que trabaja de modo independiente. La realidad es que, en estos casos, no puedo dar una respuesta binaria (si o no), sino que más bien me veo impulsado a ir algunos pasos más atrás, hasta incluso para revisar el concepto de jubilación.
En sí mismo, este concepto tan instalado hoy en día no resiste demasiado análisis cuando uno reflexiona y se cuestiona sobre la validez de trabajar sacrificando innumerables espacios vitales, momentos que nunca más volverán y tantas otras actividades nutritivas como perseguir nuestra pasión, un hobby, actividades culturales, artísticas, el cuidado del cuerpo, etc; y todo eso debido a que nuestro horario de trabajo las dificulta o directamente las impide. En igual línea de razonamiento van las vacaciones, normalmente “comprimidas” en un espacio corto de tiempo en el cual todo el mundo sufre colas interminables y se deben pagar precios “de temporada”. Y la frutilla de este “indigesto” postre es el concepto de jubilación, mediante el cual, fuimos convencidos que nuestro tiempo productivo debe aprovecharse al máximo para luego, al llegar a la edad adecuada, recién podemos descansar y perseguir aquellas pasiones o actividades que venimos postergando desde hace… una vida…
La realidad es que, al llegar a este punto, la persona no siempre tiene el entusiasmo, las ganas, la energía o la salud, como para embarcarse en las actividades que resignó 30, 20 o 10 años atrás. Pero el “premio” consiste en que al llegar a esta etapa, la persona que trabajó aportando al régimen previsional durante sus años activos, puede disfrutar de un dinero que el estado le pagará hasta que muera. Hay tanta tela para cortar sobre esto, que probablemente le dedique varias notas a este tema porque me resulta muy difícil abordarlo en su totalidad en pocas líneas.
Valga decir en este caso que, desde la óptica financiera, dejar en manos de los gobiernos la administración de nuestros aportes y las decisiones sobre el reajuste de lo que vamos a cobrar en el futuro en países como Argentina con historia de déficit fiscales recurrentes, crisis económicas frecuentes, alta inflación y destrucción del poder adquisitivo de los ahorros, es claramente, otra de las maneras de cometer suicidio financiero.
- Inversiones dudosas que prometen retornos exorbitantes
Suponiendo que tenemos la buena fortuna de poder generar excedentes financieros, es decir, que claramente no estamos en el caso del primer punto, ya que hemos logrado escapar del círculo vicioso del consumismo, y quizás, también nos damos cuenta que delegar en el estado nuestro fondo jubilatorio no es el mejor camino. Entonces llega el momento de decidir qué hacer con los excedentes, es decir, en qué invertirlos para generar nosotros mismos nuestro medio de subsistencia para esa etapa de vida en la que queremos empezar a tomarnos las cosas con un ritmo más tranquilo.
Durante este proceso, normalmente uno comienza a preguntar a amigos, conocidos y asesores sobre las alternativas de inversión existentes. Sólo unos pocos dedican realmente el tiempo necesario para estudiar y comprender el riesgo asociado a las diferentes alternativas de inversión que le llegan. Lo usual es que nos basemos en el consejo “experto” de algún amigo, pariente o asesor y “tercericemos” la decisión.
El problema aparece cuando se nos presentan alternativas de inversión muy apetitosas que prometen rentabilidades exorbitantes que nos permitirían duplicar nuestro dinero rápidamente.
Sepamos entonces que, ese apetito desmedido por rentabilidad que nos lleva a tomar inversiones de alto riesgo (muchas veces sin saberlo, o por no haber dedicado el tiempo necesario al análisis de las mismas) es también una forma clásica de cometer suicidio financiero, mediante la cual, se pierden grandes sumas de dinero. Lo que es peor, este tipo de errores, pueden incluso llevar a la persona a pensar que “esto de las inversiones no es para mí” y reforzar patrones de comportamiento disfuncionales en términos de gestión del dinero.
En todos los casos, conviene reflexionar, revisar nuestro comportamiento en términos de dinero, más allá de lo que hace la masa o la mayoría de las personas y planificar nuestro futuro de acuerdo a nuestras propias reglas, diseñándolo de modo consciente y disfrutando del proceso, como lo están haciendo tantas personas que empezaron a darse cuenta que existen otras posibilidades para trabajar, ganar dinero, invertir y se lanzan a la aventura de su desarrollo financiero alcanzando etapas de madurez en esta área que son impensables para la amplia mayoría de la gente que siguen en la eterna adolescencia consumista o del empleado en relación de dependencia que no se sienta a diseñar su futuro financiero.