Existen diversos tipos de abrazos: emocionado, protocolar, de obligación o etiqueta, de mimo, entre otros.
Biodanza rescata la emocionalidad del abrazo. El abrazo sentido, honesto, el abrazo deseado.
Retumbar las espaldas de los varones en el abrazo, o la palmadita agitada y nerviosa de algunas mujeres en la espalda del otro, es lo que muchas veces nos sucede en sociedad. El macho fuerte que golpea en vez de acariciar o la mujer que no halla qué hacer con el abrazo.
La práctica de Biodanza a través de la reeducación afectiva, nos conduce al abrazo sensible que impacta nuestra fisiología generando renovación orgánica que afecta nuestra existencia. Un abrazo más religioso –re-ligare- que sexual, alude a la fraternidad y comunión generosa, a la acción y efecto de ligar fuertemente; este abrazo tiene su fuente en la conciencia de pertenecer a una hermandad universal. El abrazo es un medio supremo de percibir al otro, no sólo como un prójimo, sino como un semejante; mediante él es posible alcanzar el trance de fusión de dos identidades en una identidad mayor.
El abrazo implica reciprocidad: abrazamos y somos abrazados.
El abrazo deseado comienza con la mirada como una invitación a la proximidad que producirá el abrazo. El abrazo, así experimentado, es un trance en el que dos identidades se disuelven y conforman otra distinta, con elementos comunes a ambos seres que se abrazan.
El abrazo es una potente herramienta en Biodanza que encuentra en el grupo la posibilidad de vínculo con uno mismo y con el otro, además de la vinculación con el todo (entorno), lo cual coadyuva en el desarrollo de una nutrida y sana identidad.
El profesor Cezar Wagner, Doctor en Psicología y directivo de la Universidad Biocéntrica en el Nordeste brasileño, sostiene que el ser humano es incapaz de comprender la identidad (o el sí-mismo en el mundo), pero es capaz de sentirla, intuirla y vivir la libertad presente en ella, ante todo, en forma de movimiento, expresión, danza y lenguaje. En el abrazo, estamos seguros, no hay nada que entender y sí, mucho que sentir. Es parte de la danza.
Los abrazos nos conducen hacia la humanización y desarrollan la inteligencia afectiva de quienes los dan y los reciben.
El contacto que genera el abrazo coadyuva en disolver tensiones motoras crónicas, activa el sistema cardio-respiratorio, desencadena euforia fisiológica y refuerza el sistema neuroendocrino; crea las condiciones para la fijación del calcio, genera respuestas neurovegetativas en el organismo; refuerza el sistema inmunológico, todo lo cual promueve un alto nivel de salud.
El abrazo es la expresión mediante la cual recibimos y contenemos al semejante. Lo reconocemos en su esencia y humanidad. Abrazamos a nuestros padres, hijos, hermanos y amigos, a nuestra pareja y al hacerlo nos fundimos con ellos y disfrutamos de la vinculación.
Al abrir pecho y brazos para recibir al semejante, desarrollamos nuestra empatía y solidaridad. Entregamos nuestra identidad y reforzamos nuestra afectividad y autoestima, junto con el otro.