Decía Buda, «el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional». Ahora bien, es realmente el sufrimiento algo que podemos elegir.
Mi respuesta es un rotundo ¡Sí! La clave está en cómo manejamos las emociones asociadas al hecho que en apariencia, es la causa de tal sufrimiento.
Dejar de sufrir no significa que dejemos de sentir dolor o pretender que este no existe. Por el contrario, cuanto más nos empeñemos en negarlo más sufrimiento se genera en nosotros.
¿Implica esto que si alguien o algo me hieren, no puedo o no debo sentirme herido(a)?
No se trata de negar la emoción, se trata de trabajar con el hecho de “sentirse herido” que es algo muy diferente y que es lo que realmente conlleva al sufrimiento. Si nos damos el permiso de experimentar plenamente las sensaciones y el pensamiento, entonces el “sentirse herido”, ese dolor totalmente humano y muchas veces irracional, o esa tristeza profunda que sentimos en ese momento, poco a poco se ira disipando hasta desaparecer.
Cuando un pensamiento de rabia llega a nuestra mente es casi imposible decir sencillamente: “voy a deshacerme de él”, “no quiero sentir apego por este dolor”…así no funciona. De esta manera quizás estarás creando un “monstruo” al cual tu ego se encargará de alimentar y lo más probable es que todo ese dolor, toda esa rabia, aflore en algún momento de tu vida, quizás manifestándose en forma de enfermedad.
Podemos llorar, podemos sentir rabia y también miedo, son emociones totalmente humanas. Pero hay una diferencia entre llorar solamente y dramatizar la tristeza o el temor o la ira. Por lo tanto la clave para deshacernos del dolor es reconocer que algo nos ha herido, pero no engancharnos en el drama, porque cuando dramatizamos nuestras emociones, sencillamente lo que estamos haciendo es enmascararlas y generar más dolor en el tiempo.
A continuación, algunas claves que te pueden servir para manejar adecuadamente tus respuestas emocionales justo en la situación y el momento en que se dispara la reacción:
- Tómate tu tiempo para desprenderte de la situación que te está causando dolor. Haz una pausa para que te puedas calmar y no actúes por impulso. Respira profundo, cuenta hasta diez antes de actuar y si tienes que llegar a 20… ¡vale también!
- Apártate de las personas con las que te sientes disgustado, decepcionado o triste, hasta que tu frustración o tu dolor haya disminuido, así evitarás quedarte enganchado en la situación. Pero recuerda: sin dramatizar, sin buscar culpables.
- Cuando te hayas relajado, expresa tus emociones de forma tranquila. Incluso establece un diálogo contigo mismo tratando de indagar hacia atrás qué te hizo reaccionar de determinada manera y por qué. Esto puede ser muy beneficioso.
- Una buena sesión de ejercicio o de yoga, una caminata, pueden ser de gran ayuda para canalizar tus emociones y liberar toda esa energía.
- En lugar de concentrarte en el problema, piensa en las soluciones que le puedes dar. Activa tu lado creativo y ponte en acción para hallar una salida o una nueva forma de manejar la situación.
“Cuando surja la emoción, no le tengas miedo, no la rechaces ni la ignores. Siéntela, identifícala, pero no permitas que se adueñe de ti. En el momento que haces esto, ya te has hecho consciente. La emoción seguirá ahí, pero ya no te puede controlar”. De mi libro: “Sanar es una Elección”, Pág. 53