Antes de empezar, quiero hacer una declaración de intenciones: SOY FEMINISTA. Y como tal, me preocupan algunas cosas que he venido observando últimamente, y que además va en aumento.
¿Eres feminista? Yo creo en las personas, hombres y mujeres.
¿Por qué cuesta tanto reconocer que eres feminista? ¿Por qué resulta tan incómoda la palabra feminista? Por las dudas, voy a poner una definición, ya que nunca se sabe quién nos está leyendo… Sin alargarme mucho, sin querer entrar en detalles, y para que todos nos entendamos, según la RAE, feminismo es la ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres. Vamos a volverlo a decir: feminismo defiende que mujeres y hombres tengan los mismos derechos. Entonces, ¿por qué hay tantas personas, incluso muchas mujeres, que no reconocen ser feministas, a pesar de abogar por la igualdad de géneros? ¿Un error de concepto? ¿Un malentendido? Pues vaya… en la era de la información en la que vivimos, y todavía no somos capaces ni de buscar una definición eficientemente en Google…
¿Te sientes acosada en Facebook? Pues utiliza otras redes sociales…
Hace relativamente pocos días, puse el siguiente mensaje en mi muro de Facebook: “Hola! No busco pareja, ni sexo, ni amigos… Esta cuenta es para compartir contenidos de psicología y bienestar. Si estás interesado/a en este tipo de contenidos, estaré encantada de tenerte como contacto. Si buscas otras cosas, lo siento, pero este no es tu lugar. Feliz día!” Como podéis sospechar, lo puse hastiada de recibir mensajes de hombres con insinuaciones sexuales máss o menos explícitas. En honor a la verdad, la mayoría de los mensajes fueron de apoyo, la mayoría de mujeres y otros de hombres, muchas otras mujeres verbalizaban pasar por la misma situación. Pero desafortunadamente existieron también comentarios desubicados, en este caso los autores fueron hombres: desde el que me aconsejaba “amablemente” que no utilizara esta red, al que le ofendían y/o estresaban mis comentarios públicos y me invitaba a hacer mis publicaciones en privado o en consulta, hasta el que mencionaba que debía tener algún ancestro con ninfomanía… En fin… Todo muy sano, como podéis observar.
La verdad que me tomé con humor estos comentarios. Me valoro como mujer capaz de gestionar este tipo de agresiones, no estaba pidiendo ayuda, simplemente haciendo pública una situación. Porque absolutamente sí, son agresiones. Y cuidado: tenemos la mala costumbre de decir a las víctimas qué deben hacer para evitar una agresión, sea del tipo que sea. Con esta estrategia aparentemente inocente, estamos culpabilizando a la víctima y justificando la agresión. Yo no tengo porqué dejar de realizar mis publicaciones en una red pública que me lo permite, siempre que no incumpla sus normas de uso. Yo no tengo porqué dejar de poner una foto de perfil con mi rostro, en la que se evidencia que soy mujer. Yo no tengo porqué hacer un uso diferente al que me apetece hacer de las redes sociales. Yo no agredo a nadie con mis publicaciones, yo no tengo que cambiar mi conducta. Si a alguien no le gustan mis publicaciones, deja de seguirme y punto, no le estoy enviando privados insistentemente con mis post de psicología y bienestar. Dejemos de ser tan permisivos ante conductas agresivas, machistas y patriarcales. No beneficia a nadie.
La verdad, no sé si este artículo es fruto de una pataleta o de un enfado. Probablemente sí, pero son muchas otras cosas también. Estoy preocupada con las actitudes que veo constantemente entre los jóvenes. Estoy preocupada con la benevolencia con la que se tratan algunas conductas. Estoy preocupada con las «lecciones» que recibimos de lo que debemos o no debemos hacer las mujeres en determinadas situaciones. Estoy preocupada del uso y abuso que hacemos de las redes sociales… Como comentaba con mi amiga filósofa y profesora Stella, las redes no sólo muestran las mentiras de las vidas ajenas, también nos muestra con mucha más crudeza una cara que jamás conoceríamos de forma presencial. Se materializa la Leyenda del Anillo de Giges…
¿Conocéis el Anillo de Giges? Narra la historia de Giges, un pastor que tras una tormenta y un terremoto encontró, en el fondo de un abismo, un caballo de bronce con un cuerpo sin vida en su interior. Este cuerpo tenía un anillo de oro y el pastor decidió quedarse con él. Lo que no sabía Giges es que era un anillo mágico, que cuando le daba la vuelta, le volvía invisible. En cuanto hubo comprobado estas propiedades del anillo, Giges lo usó para seducir a la reina y, con ayuda de ella, matar al rey para apoderarse de su reino. Glaucón (hermano de Platón) hace referencia a esta leyenda para ejemplificar su teoría de que todas las personas por naturaleza son injustas. Sólo son justas por miedo al castigo de la ley o por obtener algún beneficio por ese buen comportamiento. Si fuéramos «invisibles» a la ley como Giges con el anillo, seríamos injustos por nuestra naturaleza.
¿Estáis de acuerdo: el ser humano hace el bien hasta que puede hacer el mal cuando «se hace invisible»? ¿Son las redes sociales el nuevo Anillo de Giges? Desde luego, es un buen tema de reflexión…