La búsqueda de la Felicidad ha sido tema de innumerables poemas, canciones, tratados filosóficos y psicológicos. Incluso la felicidad se considera parte de los derechos fundamentales del ser humano, por lo que algunos países han incluido su procura como parte de constituciones y otras leyes.
Así que pareciera que la felicidad hay que buscarla, es algo bueno, por lo tanto, pudiera pensarse que mientras más felicidad se tenga, pues tanto mejor.
Pero la realidad es que esto no es así.
De acuerdo con recientes estudios en el campo de la psicología positiva, demasiada felicidad puede ser contraproducente. Los estudios son diversos y han sido presentados por “The Greater Good Science Center” de la Universidad de California, Bercley, en la cátedra sobre la “Ciencia de la Felicidad”. Específicamente un estado de felicidad constante puede ser negativo por las siguientes razones:
- La felicidad intensa y constante puede ser síntoma de una personalidad maniática. Una persona constantemente feliz no es empática al sufrimiento, a la tristeza y por tanto, puede ser rechazada hasta llegar a aislarla por completo, reforzando su obsesión por “estar feliz”.
- Afecta negativamente la creatividad, pues la percepción distorsionada de la realidad que aporta la felicidad constante inhibe la identificación de problemas y retos, y por ende la creación de soluciones.
- Inflexibilidad al enfrentarnos a retos. Cuando estamos felices todo el tiempo tendemos a resistirnos al cambio del entorno, cuando situaciones contrarias a ese estado de felicidad aparecen. Por ejemplo, las responsabilidades familiares o laborales pueden convertirse en una molestia, una perturbación al estado de felicidad constante, que harán que esa persona “siempre feliz” simplemente evada la responsabilidad, con las correspondientes consecuencias del caso.
- Puede hacernos impermeables al riesgo y, por tanto, hacernos ignorar señales de peligro, que pueden llevar a arriesgar la vida innecesariamente.
- La felicidad no es apropiada en ciertos contextos, donde se justifica la aparición de emociones como la tristeza, la rabia y la pena o duelo.
- Demasiada felicidad nos hará enfrentarnos tarde o temprano a la desilusión. Porque la vida implica dificultades, problemas y emociones negativas que aparecen con ellas. Demasiada felicidad en esos casos nos convierte en personas poco empáticas y hasta agresivas a los ojos de los demás.
Ahora cabe preguntarse, ¿se puede ser feliz todo el tiempo? A la luz del último punto la respuesta parece ser negativa, porque la vida tiene sus momentos naturales de dolor. Aceptarlos de forma natural, sin resistencia ante lo inevitable, nos permitirá sobreponernos más rápidamente y retomar un estado de calma y felicidad mayor.
Y la realidad es que se puede ser feliz aun en los malos momentos, porque sabemos y aceptamos realistamente que forman parte de la existencia. Anímate a reflexionar sobre estas ideas y a profundizar en su comprensión, mediante el siguiente ejercicio.
Cada vez que te enfrentes a un momento emocionalmente intenso, es decir, sumamente triste o extremadamente feliz, contesta mentalmente:
- ¿Cuánto tiempo puede durar esta situación?
- ¿Cuánto tiempo puede durar mi actual sentimiento de tristeza o alegría?
- ¿Cómo puedo retomar mi nivel normal de felicidad en el momento que esta situación finalice?
Observa así que siempre las emociones intensas duran poco tiempo, que van y vienen, y que siempre es posible recobrar un estado de aceptación, calma, de contento con uno mismo y las circunstancias.
Esa es la verdadera felicidad. La comprensión de que podemos elegir como sentirnos ante las circunstancias, permitirnos experimentar las emociones en su justa intensidad y tiempo y recuperarnos de esa experiencia. Continuando nuestro camino vital con curiosidad y alegría de vivir.