Todos en algún momento nos hemos sentido tristes. La tristeza es parte de la vida, no la podemos evitar. Es la respuesta natural ante las situaciones dolorosas que podemos estar viviendo en un momento dado.
Sin embargo a pesar de que muchas veces queremos “huir” de ella y de otras emociones que consideramos negativas, es importante saber que cada una de ellas tiene una función definida. Cuando la emoción aparece es para hacernos entender que algo está pasando en nuestro interior, a lo cual le debemos poner atención.
En el caso de la tristeza muchas veces es una invitación a que pensemos/analicemos las cosas. Puede que esa tristeza que estás sintiendo te esté diciendo que estás cansado, que necesitas ayuda, o tal vez es una invitación a que aprendas a ver las cosas de una forma diferente, sin tanto drama. Porque la mayoría de las veces no se trata de lo que sucede allí afuera sino de la forma en como interpretamos eso que sucede. Resulta entonces mucho más sano darle la bienvenida y escuchar su mensaje, no huirle, ni tampoco temerle.
Por otro lado, con frecuencia pensamos que la tristeza es una emoción negativa que tenemos que evitar a toda costa y solemos malinterpretarla como un signo de debilidad, especialmente los hombres cometen este error. También existe la falsa creencia de que sentirnos tristes necesariamente implica que estamos deprimidos, por lo que muchas veces usamos con cierta ligereza la frase “estoy depre” para denotar que tenemos un bajón de ánimo. No obstante conviene aclarar que tener un sentimiento de decaimiento no es estar deprimido.
Estas son algunas de las principales diferencias entre tristeza y depresión:
- Cuando la tristeza llega, casi siempre la persona está consciente de cuál fue el motivo externo que la originó. En cambio la depresión no siempre tiene una causa claramente identificable.
- La tristeza es una emoción pasajera, esta es su principal característica. Sin embargo si la persona se vuelve incapaz de afrontar su día a día, si reprime la emoción en vez de expresarla o le da fuerza a través de los pensamientos, entonces la persona pudiese desarrollar una depresión.
- La persona aunque se sienta triste y un poco abatida, puede seguir funcionando adecuadamente. La tristeza puede afectar algunas funciones corporales y psicológicas, pero no las acaba, a diferencia de la depresión que no solo disminuye nuestra capacidad física y psicológica, sino que viene acompañada con otros síntomas como: trastornos del sueño, irritabilidad, cambios en el apetito, fatiga, problemas de concentración, entre otros.
- Normalmente la tristeza termina cuando la persona soluciona su situación o el conflicto que la originó desaparece, en cambio la depresión requiere otro tipo de intervenciones más complejas como ayuda psicológica, cambios en el estilo de vida y en la forma de pensar y en casos extremos medicación.
- La persona depresiva busca aislamiento y soledad afectiva, en cambio la persona triste permanece afectivamente conectada, no teme socializar.
- Cuando la persona está deprimida, ese bajón de ánimo afecta todas las áreas de su vida (sexual, social, laboral). No así en el caso de la tristeza, que aunque el rendimiento disminuye un poco, la persona es capaz de desempeñarse de una manera relativamente aceptable.
Es muy importante reconocer la diferencia entre ambas emociones para que el abordaje de cada una sea el adecuado, teniendo en cuenta que la tristeza es una emoción pasajera que no debería durar más de dos o tres semanas y que si adicionalmente la persona presenta algunos de los síntomas que mencioné anteriormente entonces hay que buscar la ayuda apropiada, inmediatamente. Al no hacerlo la persona comienza a buscar soluciones inadecuadas y con frecuencia se cae en el error de confundir la depresión con irritabilidad, ansiedad, aburrimiento, desmotivación, flojera o quizás cansancio, lo que prolonga el sufrimiento de la persona sin ninguna necesidad pues la depresión es una condición médica que con el manejo adecuado se puede superar.