Ahí estaba yo. Sentada en el interior de mi auto con la vista perdida en los limpia parabrisas que iban de un lado al otro en medio de la lluvia.
Había parado el auto después de unas calles de ver las placas del auto de mi esposo en un estacionamiento cercano.
Me había casado muy joven y muy enamorada hacía más de 15 años, juntos habíamos pasado de todo de menos a más. Hasta ese momento éramos una gran historia de amor, de ésos amores puros…auténticos.
Yo sabía que estábamos mal, hasta cierto punto me sentía aliviada cuando no llegaba a casa “por trabajo”. Sabía qué hace unos dos o tres años había rentado un lugar cercano a su trabajo para no viajar tantas horas, sabía que su trabajo era extenuante, sabía que él era malhumorado…
No era importante para mí, comprobar la veracidad de sus palabras; Él y yo éramos indestructibles, no había necesidad de desconfiar en lo que me dijera, así que nunca tuve interés de investigar dónde vivía.
Una amiga me había hecho un par de comentarios, yo simplemente no sabía y lo que pasó después tuvo mucho sentido…
Pese a que mi sentido común me decía que parara, yo tenía que saber. Hice un compendio de información y confirmé lo que no había querido ver por mucho tiempo.
Lo que siguió para mí, fue brutal.
Nadie quiere atravesar por un divorcio, he visto muchas parejas rotas que prefieren fingir ceguera antes que separarse. Incluso algunas de ellas viviendo en lugares distintos, tampoco lo enfrentan.
Me refiero a “divorcio” porque en mi caso lo fue, pero tú puedes ajustarlo a tu historia, para el caso es lo mismo. Una ruptura, un Adiós, es igual emocionalmente.
Dejar ir una relación es una de las cosas más difíciles que tenemos que hacer, por lo menos una vez en la vida.
Enfrentar la negación
La negación por sí misma desactiva tu capacidad de enfrentar.
Desactivó la mía. Estaba consciente de lo que estaba pasando, pero no quería aceptarlo. El día que lo entendí, fue como si hubiera salido en la mañana de casa y al regresar hubiera encontrado todo hecho cenizas.
Absolutamente todo lo que había construido durante 15 años de mi vida, estaba perdido. Sentía un enorme vacío dentro de mí. Mi cabeza se llenaba de preguntas sin respuesta, una y otra vez me torturaba dando vueltas en el mismo monólogo, una pregunta tras otra para llegar a la misma: ¿Por qué?
Pensaba que aún podía “arreglar” las cosas. Era mi familia, mi casa, mi hogar. Valía la pena luchar por ella.
Me exigí ser todo lo que fuera necesario para “salvar” lo que hacía mucho estaba muerto. Como es obvio, nada resultó.
Para poder superar mi Gran Apuesta, tuve que entender desde mi Ser Original, quién era Yo. ¿Te suenan muy extrañas estas palabras?
Mi “Gran Apuesta” era mi vida completa, donde había invertido mi tiempo, mi vida, mi status, mi vida social, mi nombre. Yo era “la esposa de”, había diseñado mi vida para un destino que había desaparecido. ¿No es ésa una gran apuesta?
Sin nada que perder, con éste gran vacío que sentía, lo único que sabía…
Era que tenía un gran vacío.
Empecé a trabajar en mí, reconstruirme desde menos cero (no sé cuántos números haca abajo), como seguramente tú sabes, nadie quiere dejar ir SU gran apuesta.
Encontré mi Ser Original, cuando acepté que había perdido. No fue rápido, y así quisiéramos que fuera, que dejara de doler. Porque… ¿Acaso no respiras ese olor a fracaso?
Tuvimos dos hijos, y nos valimos de ellos para seguirnos viendo. Ninguno de los dos queríamos “soltarnos”, no había regreso. Ahora ya lo sé, pero tampoco queríamos avanzar.
Era como tener una herida abierta, infectada.
Eso mismo lo atravesaron nuestros hijos, víctimas de las decisiones de sus padres, espectadores sin control sobre nada de lo que pasaba.
Renacer
¿Desde dónde se puede partir cuando se ha llegado a cero?
Me sentía victoriosa después de haber “limpiado” mi corazón. Lo desocupé y ahora sí, venía un reto mayor: Re-encontrarme. A eso le llamé: “Mi Ser Original”. La persona que era antes de que todo esto me aplastara como avalancha. Nada volvería a ser igual.
Comencé a trabajar en mí. Me di cuenta de que si quería tomar lo que venía del futuro tendría que dejar ir lo que tenía sostenido con ambas manos.
Estaba enojada, resentida, dolida. Nada era “Justo”. Ninguna separación lo es. Si tú estás pasando por una situación así, más vale que lo aprendas. Será lo que tenga que ser.
Fue muy difícil y duro dejar ir mi pasado. En mi reconstrucción me aseguré de no levantar una coraza anti-amor.
Me necesitaba completa.
Y así empecé mi formación como Coach, para ayudar a otras personas como yo.
Con cariño, Shala Múgica