Hablamos de sincericidio cuando expresamos nuestra verdad tal cual es, sin ningún tipo de filtros y sin importar si con ella herimos a los demás, es una verdad sin inteligencia emocional, sin prudencia, sin límites.
¿Te ha pasado?
Siempre me inclinaré por la verdad, pero esta no debería estar alejada de la prudencia o de la inteligencia social porque una vez que sale de nuestra boca genera un impacto. Podemos ser sinceros, pero con delicadeza, muy en especial en momentos de conflicto dónde los ánimos se caldean, porque es allí donde podemos hablar tipo volcán en erupción y de esa forma herir al dejar de prestar atención a cómo podemos hacer sentir a los demás.
¿Para no herir hay que mentir?
Definitivamente no, de hecho, las mentiras hieren mucho y aunque no se descubran de inmediato no tengo la menor duda que más tarde o más temprano saldrán a la luz.
¿Para qué seguirle el juego por ejemplo a una persona que le gustas si tú no sientes lo mismo? ¿Para qué intentar ser amigo de alguien que no soportas?
La clave es evitar herir a la otra persona sin dejar de ser honesto contigo, porque además no hay peor engaño que el que aplicamos a nosotros mismos.
El objetivo de toda comunicación debe estar centrado en el construir y mejorar de modo que siempre es bueno detenerse y preguntarse ¿Qué objetivo logro al decir esto?
También es importante considerar el momento en que se dice y la forma. Hay momentos que no son oportunos y hay maneras bruscas o gentiles; en especial es nocivo cuando se involucran juicios acompañados de descalificaciones personales.
No somos dueños de la verdad, y, por otra parte, es necesario tener presente que ser honestos no debe implicar carencia de empatía.
La verdad no es enemiga de la evaluación o impacto de la misma en quién recibe el mensaje y, por ello en muchos casos debemos considerar que el silencio es preferible si lo que vamos a expresar hará daño.
Liliana Castiglione
Psicóloga