Los estados de ánimo influyen en nuestras vidas, más que las grandes emociones. Todos nos enseñan algo, por eso es importante aceptarlos y amarlos, pues son, en definitiva, los que nos hacen humanos. Nuestros estados de ánimo siempre están ahí, como una música de fondo. Para percibirlos es necesario detenerse para escucharlos en nuestro interior.
Se definen como un estado psicológico generalizado y persistente, que permanece por un período relativamente largo e influyen en la manera de percibir el mundo. Otra definición expresa que, los estados de ánimo son contenidos mentales conscientes o inconscientes, en los que se mezclan estados del cuerpo, emociones sutiles y pensamientos automáticos. Los estados de ánimo dan densidad a nuestras vidas, nos hacen humanos.
Los estados de ánimo positivos facilitan la ampliación de nuestra mirada sobre el mundo. Cuando somos felices nos sentimos seguros, disfrutamos, estamos dispuestos a mirar y admirar lo que sea que nos rodee; por el contrario, los estados de ánimo negativos nos mueven a desconfiar, a estar vigilantes, a centrarnos en lo que nos parece peligroso o problemático.
El ideal, de un estado de ánimo positivo permanente, no es realista. Debemos partir del principio de que somos luz, sombras y oscuridad. La sombra es necesaria para dar profundidad a la luz. Por ello, es que las luces de la tarde o de la mañana son más hermosas, que las del mediodía. También es hermosa la noche, pero sólo porque tenemos la certeza que pronto amanecerá.
Mantente presente y alerta, detente, aprende a escucharte y a observar tus estados de ánimo para poder equilibrarlos. Una herramienta maravillosa para ello, es la práctica de la meditación.
La meditación es una técnica del yoga para calmar la mente. Su práctica estimula y desarrolla la concentración, la claridad, la positividad emocional y una visión serena de la verdadera naturaleza de las cosas. Además, constituye un valioso mecanismo para cultivar nuevas formas “más positivas del ser”. Al incluirla en nuestro diario vivir, profundizamos en estados pacíficos de nuestra mente.
Asimismo, la Respiración Consciente, que consiste en poner atención a nuestra inspiración o inhalación y a la espiración o exhalación, devuelve nuestra mente al cuerpo y nos ubica en el momento presente en el aquí y en el ahora. Tengamos en cuenta que en nuestra cotidianidad, nuestro cuerpo está en un lugar y nuestra mente con frecuencia está en otro.
No necesitamos controlar nuestra respiración. Sentimos la respiración tal como es. Puede ser larga o corta, profunda o superficial. A la luz de nuestra consciencia, la respiración se irá haciendo de forma natural más lenta y más profunda. La respiración consciente es la clave para unir cuerpo y mente, y traer la energía de la plena consciencia a cada momento de nuestra vida.
Al margen de nuestro estado anímico nuestra respiración está siempre con nosotros. Cuando nos sentimos arrastrados, sumidos en una profunda emoción, o atrapados en los pensamientos sobre el pasado o el futuro, podemos volver a nuestra respiración para recoger y anclar nuestra mente.