Vamos a tratar en este artículo, el tema relativo a nuestra incapacidad de defender lo que nos pertenece por derecho propio y de hacerlo valer. Derechos que deberían incluir, por lo menos, ser tratados con respeto, poder sentir, pensar y creer diferente; decidir sobre las propias cosas y cambiar de opinión “sin autorización”; y, muy especialmente el derecho a decir “NO”.
Ahora bien, ¿Qué nos impide defender nuestros derechos? Resumiendo, podríamos decir que 4 grandes fantasmas: la baja autoestima, el miedo, la culpa y la vergüenza.
No nacemos inseguros, temerosos y culpables; eso lo aprendemos poco a poco, y paradójicamente de quienes más queremos. Aprendemos que si obedecemos todas las órdenes y no nos rebelamos, a los mandatos de las personas que nos educan, somos amados y premiados. Asimismo, confirmamos que si hacemos lo que realmente deseamos, ello genera regaños, enojo o abandono. Tratar de esquivar las órdenes nos crea temor, ansiedad y miedo.
Si bien es cierto, que la realidad antes descrita, tiene sentido durante los primeros años de vida, no lo es seguir anclado a una necesidad imperiosa de atención y aprobación cuando somos adultos. Hacerse adulto significa entre otras cosas, ser asertivo, poner límites, defender nuestra postura y afrontar la pérdida de quienes no nos dejan ser, como realmente somos y queremos.
Lastimosamente, son muchas las personas que se quedan ancladas en el aprendizaje que recibieron en la niñez y no consiguen madurar en este sentido, y quedan atrapados en la idea de que deben aceptar las reglas, las manipulaciones ó las condiciones que otros imponen, pensando que estos “pequeños” maltratos, abusos, injusticias son situaciones desagradables “normales” con las que hay que convivir, para no estar peleando todo el tiempo.
Un empleado que soporta las agresiones de su jefe, una mujer ó hombre maltratado por su pareja, un estudiante que recibe un trato injusto. En fin, cualquier persona que recibe maltrato, agresiones o trato injusto en cualquier ámbito de su vida; personal, familiar ó laboral no sólo es sinónimo de una muy baja autoestima, sino una actitud de sumisión que aprendieron antes y que hay que desaprender, aunque esto conecte con la tortura interior entre la dignidad, el miedo a quedarse solo, o la culpa.
Si bien es cierto, que las personas más débiles atraen como un imán a los maltratadores; es importante destacar, que la víctima no es responsable del abuso, aunque sí su cómplice.
Debemos partir de un principio de vida elemental, para que nos respeten, debemos respetarnos primero a nosotros mismo. Así mismo, para que nos amen, debemos amarnos primero a nosotros mismos.
Si acepto, aunque sea esporádicamente, el maltrato ó la ofensa, estoy admitiendo que merezco ser maltratado u ofendido. Por otro lado, es casi una constante, que las personas que no han desarrollado su capacidad de ejercer o defender sus derechos tienden a sobrevalorar los derechos, la fuerza, la habilidad y las armas de los demás, denigrando y despreciando las propias.
No existe ninguna justificación para el maltrato o la ofensa; aceptarlos es sobrevalorar los derechos del otro y denigrar los propios.
Defiende tus derechos…Si no lo haces, el maltratador te irá anulando en la vida, sea en el ámbito laboral, familiar, personal ó amoroso….NO LO PERMITAS. Tu valía es incalculable, aunque se empeñen en decirte o hacerte sentir lo contrario. Eres único y brillas con luz propia.
El equipo de www.tuestima.com está para apoyarte!….