Hay gente que cree ser feliz y no se percata de que están en una constante búsqueda, sienten que algo les falta. Estas personas tienen siempre una invariable necesidad de ser aprobadas, valoradas y reconocidas por los demás. Desde este punto parte mi análisis y me lleva a preguntarme: Pero entonces, qué es la felicidad? La respuesta me hace concluir que ha sido una palabra mal usada y en ocasiones mal interpretada porque cuantos de nosotros creemos que los más ricos o reconocidos son las personas más felices del planeta. Aquí vemos que está “felicidad” esta definida por lo que tenemos y no por lo que somos.
Cuando lo que poseemos dicta cuál es el valor que tenemos, empezamos a llenar nuestras vidas con cosas externas, ocupando esos vacíos que tenemos en nuestro corazón con lo que creemos nos traerá satisfacción. Si sientes esto, te propongo empieces a poner una alerta en lo que este momento crees que está satisfaciendo tu vida. ¡Si puedes identificarlo con nombres mejor! Algunos de estos agentes externos pueden ser tu pareja, hijos, algún amigo, la comida, el sexo, el alcohol, o cosas materiales.
Todo lo que enuncie anteriormente por supuesto que se siente delicioso cuando está bien equilibrado y no es nuestra principal razón de vivir. En este escrito mi intención no es juzgar porque pienso que la madre de la infelicidad está en los juicios, ni tampoco decir que todo lo que mencione es malo. Mi razón va más allá porque me lleva a invitarte a que te detengas por un minuto y puedas reflexionar el por qué otras personas que no poseen nada de lo anterior son auténticamente felices y su plenitud se refleja en el rostro (en esa parte donde no se puede mentir). Dicho esto ¿Cuál será ese motor interno que sostiene esta felicidad?
Cuando pienso en países como en la India donde la pobreza es visible, en otros en guerra como Syria y me encuentro con historias de personas que a pesar de las circunstancias externas están repletas de un gozo, paz y felicidad casi envidiables, me hace encontrar la certeza de que todos sin excepción podemos lograr encontrar dentro y no fuera esa quietud con herramientas simples que están a nuestro alcance.
Aunque los escépticos duden, en nuestro corazón se encuentra ese cuarto cerebro para ser felices como bien lo expresa Jaime Jaramillo en un vídeo que vi recientemente. En esta intervención Jaime hace una pregunta impactante que nos lleva a pensar que pasa cuando nos quitan las “máscaras sociales”. Estas máscaras están compuestas de la raza, el dinero, el poder, el prestigio, la cultura. El encontró que cuando éstas “máscaras” caen afloran todos los miedos, las angustias, y los rencores que nos llevan por caminos que desembocan en lo que todos conocemos como depresión.
Todos los miedos se producen en una mente dispersa. No estamos enfocando nuestra atención en lo que si está bien en nuestras vidas. La mayoría de nosotros nos hundimos por decisión propia en nuestras angustias, imaginando en muchos ocasiones los peores desenlaces. ¡Lo que no nos percatamos es que nuestro cerebro no distingue que es producto de nuestra “mente” (fantasía) y cuál es lo “real”! Así que imagínense el caos que esto provoca.
Esa basura mental donde nos llenamos de pensamientos de inseguridad, donde no vemos las posibilidades por ningún lado, donde nos sentimos invisibles e incapaces nos invade, dejándonos con poca energía para emprender los cambios que necesitamos realizar.
Está claro que en algún momento no hicimos lo correcto, que nos equivocamos, dejamos aflorar palabras o acciones que no estaban alineadas a nuestra esencia y es en este momento donde debemos empezar a encontrar parte de la felicidad que dejamos que se perdiera en el camino, reconciliándonos con la parte humana y compasiva que es la que inequívocamente pasa por el corazón. Aquí deberíamos activarla con fuerza para trascender todo estos pensamientos que nos hacen estar inquietos y en una búsqueda incesante que no acaba. Si nos enfocamos en lo que sale mal (y vaya que siempre hay algo que no se va a ver como queremos), si estamos atentos a nuestras preocupaciones, carencias y miedos ¿Cómo creen ustedes que terminará nuestro día?
Siempre podemos elegir empezar a salir de éste que parece un patrón repetitivo en nuestras vidas, el estancarnos en lo que pasó en nuestro pasado y en la angustia de no creer poder salir adelante que nos hace estresarnos por el futuro. Si activamos esa poderosa parte que está en nuestro corazón, nuestros miedos se reducirían, ya que donde este lidera nos guía a una salida que nos abre un mundo de posibilidades infinitas. La vida se empezará a ver y a sentir más acorde, plena y en balance con nuestro espíritu.
¿Cómo podemos reconectamos con nosotros nuevamente, en momentos donde sentimos que nos desenchufamos del bienestar? En mi experiencia he encontrado que el servicio a personas que se encuentran en necesidad tanto física, como espiritual o del ser, producen como el mismo Jaramillo menciona una magia en lo que él denomina “actos de amor”, logrando que cada individuo que participa en dichos actos se transforme de manera milagrosa. Esto solo comprueba que la verdadera transformación pasa sin duda alguna por el camino del amor.
Para dar este salto del miedo al amor debemos entender que el temor nubla el entendimiento y muchas veces hace aflorar la sombra que habita en nosotros. Lo opuesto ocurre cuando dejamos que el amor sea quien domine nuestras vidas ya que empieza a aclarar todo lo que no se ve bien, lo que se ve oscuro, e incluso hace que ese lado sombrío que vive en cada uno de nosotros sea integrado como parte de nuestro ser. Si activamos eso donde todo se ve con estos nuevos ojos (que la mente en sus ruidos a veces nos distrae y no permite que percibamos), el mundo que nos rodea empezará a cambiar su cara por una más amable y menos angustiosa.
Cambiamos la forma de mirar las cosas, en el cambio de percepción de lo que pasa en donde se empiezan a activar los milagros. Si solo vemos a través del miedo, sentiremos que la desdicha nos acompaña (el sinónimo de la palabra desdicha es “necesidad”). Cuando estamos ávidos y en necesidad solemos ser un “saco sin fondo “donde solo exigimos. En cuanto tenemos un cambio en nuestra visión, esto hace que conscientemente tomemos mejores decisiones. Comenzaremos a no tener apuro ni excesos en llenarnos con lo externo porque comprendemos que estos bienes serán efímeros sino cultivamos lo de adentro primero, lo que perdura para siempre.
La decisión entonces de querer hacer estos ajustes esta en cada uno de los que me lee, yo solo espero y confío que siempre consigan la paz que no se encuentra en nada de lo que está afuera. Que comprendan que está felicidad reside en cada uno de nosotros (y que te lo creas de verdad) porque así colaboraremos para hacer de este, un mundo más feliz.