La separación para una persona que es perfeccionista, añade una carga extra al dolor: qué hice mal, dónde me equivoqué, cómo pudo pasarme esto a mí. El perfeccionista comete un gran error: lucha contra lo que no es. Y luego, paga el precio de su lucha.
Es necesario comprender que las separaciones siempre involucran a dos personas y que ambas, en su imperfección, se amaban. Y que ese amor, cumplió su tarea, y los hizo crecer. Ya no son las mismas personas que cuando se conocieron. Esa relación nos cambió, nos hizo evolucionar. Luego, dependió de nosotros el camino que esa evolución tomó. A veces, los caminos comienzan a separarse, a tomar otros rumbos. Allí, es cuando esa pareja, poco a poco, termina.
Pero esta no es una razón para vapulearse. Para autocastigarse y determinar que el que fracasó es uno. Nada fracasó. Simplemente terminó la necesidad de estar relacionados. Duele. Pero no es un fracaso, simplemente es un paso más. El cierre de un capítulo en la vida de una persona. Pero luego de ese capítulo, se abre otro. Un nuevo paso a dar.
Si eres un perfeccionista, déjame pedirte algo: partir de ahora, aflojarás las riendas de tu propia vida, dejarás de querer tener todo bajo control, disfrutarás el presente, cada pequeño momento que vivas. Comerás una tostada, y en cada mordisco, sentirás la perfección de lo que ya es. Así como son las cosas ahora, ya es perfecto. Ya estás viviendo la perfección. Aún cuando duela, es perfecto para ti en ese momento.
No fuerces más nada. No luches incansablemente. Permítete fluir con lo que va acontenciendo. Toma acción cuando la acción te llame. No acciones cuando es inútil hacerlo. Respeta tus límites, acepta tus defectos, ¡disfruta el ahora! ¿Qué vas a hacer ahora que estas solo? Pues aprovecha para redescubrirte. Ya no eres la misma persona que se enamoró en ese momento de tu ex-pareja. ¿En qué has cambiado? ¿Quién eres, qué quieres, que dejaste de querer? Alégrate, este paso que estás dando, es un paso más hacia tu evolución.