Cuando nos sentimos paralizados por una situación, deberíamos detenernos un momento y describir, escribir, contarnos la historia que tanto nos preocupa.
Si lo hacemos, veremos que está llena de opiniones, prejuicios por lo que nos ha pasado o le pasó a otros, miedo, enojo, pero no encontraremos mucho más para sostener eso que nos preocupa. Al menos, no encontraremos la misma historia que nos hemos venido contando, la que nos paralizó.
Esta estrategia nos simplificaría la vida, porque por no escuchar con conciencia lo que nuestra mente nos dicta, le creemos todo. Y como está contaminada de tanto miedo, lo que pensamos es caótico. Y como nuestros pensamientos crean nuestra vida, lo que vemos son problemas, límites, caos y todo lo que nuestro miedo pueda inventarse.
Entonces, cuando llegue una situación angustiante, cerremos los ojos por un momento.
Con los ojos cerrados, hagamos silencio. Escuchemos lo que nos preocupa.
Cuando lo escuchemos, démosle la bienvenida a las emociones que traigan.
Cuando lleguen esas emociones, respiremos profundo, varias veces.
Y volvamos a abrir los ojos… para ver que lo que nos preocupaba ya no es tan grande.
Así, podremos comenzar a distinguir la verdad de la ilusión.