Cuántos de nosotros no hemos empezado con mucha fuerza y determinación una dieta para perder peso, o nos hemos trazado como meta ser independientes laboralmente, o romper con un hábito de vida que consideramos poco sano. Estoy segura de que más de uno. Sin embargo, por más fuerza de voluntad que le hemos puesto, a mitad de camino hemos perdido parte de la motivación para al final terminar con un profundo sentimiento de frustración y culpabilidad, castigándonos sin piedad con el látigo de nuestro juez interior.
Es por esto que hoy quiero ayudarte a entender que se esconde detrás de tu aparente falta de voluntad. ¡Aquí vamos!
Nuestro cerebro es una complicada red de células nerviosas, llamadas neuronas, las cuales se conectan entre sí para intercambiar información, formando complejos circuitos que se encienden o apagan de acuerdo al estímulo que reciben del exterior o según las directrices brindadas por nuestro mapa de creencias. Estos circuitos son activados también por nuestros pensamientos. Pensamientos generados por nuestras experiencias de la infancia, o producto de las nuevas experiencias que vamos ganando en el transcurso de la vida, también por las historias que constantemente nos estamos contando en nuestra cabeza acerca de los hechos, las personas y lo que es peor, sobre nosotros mismos.
Si constantemente estamos pensando lo mismo o repitiendo un comportamiento, de lo cual se desprende una emoción, estamos reforzando estos circuitos, produciendo constantemente las mismas emociones y sentimientos, los cuales con el transcurrir del tiempo van moldeando nuestra identidad y terminamos identificándonos con estas emociones y conexiones, aun sin desearlo, pues es un acto totalmente inconsciente. Desarrollamos un “estado del ser” que como lo define el Dr. Joe Dispenza en su libro “Deja de ser tu”, significa que nos hemos acostumbrado a un estado mental-emocional, a un modo de pensar y de sentir, que se ha convertido en una parte de nuestra identidad. Describimos quién somos basándonos en cómo pensamos (y sentimos) o existimos en el momento presente. Estoy enojado; estoy sufriendo; estoy inspirado; soy un inseguro; soy negativo, etc.
Por otro lado, nuestro cerebro es un laboratorio sumamente complejo, donde constantemente se están produciendo cientos de sustancias químicas, las cuales están asociadas a las diferentes emociones que experimentamos: alegría, tristeza, ira, frustración, amor, odio, etc. Cuanto más experimentemos una emoción más se verá afectada la química de nuestro cerebro haciendo que nuestro cuerpo se vuelva más y más dependiente de esta para “subsistir” sin importar si esta emoción es “negativa” o “positiva”.
Nos volvemos entonces adictos a la comida, a los juegos de azar, al cigarrillo, al sexo, a las drogas, adictos a ciertas conductas y patrones de pensamiento por las emociones que esto nos produce. Todo esto porque nuestras células piden más y más de esas sustancias químicas que alimentan ese estado emocional y nuestro cerebro que es muy obediente, va al banco de recuerdos para traer imágenes y pensamientos que recreen la emoción, o sino desde nuestra mente inconsciente se comienzan a generar situaciones a nuestro alrededor que la refuercen. Todo esto para mantenernos satisfechos.
Es por esta razón que muchas veces, buscando revivir la emoción, repetimos el mismo comportamiento una y otra vez, aunque sepamos de antemano que el resultado puede no ser satisfactorio o que incluso venga acompañado de una gran carga de culpabilidad por no ser lo suficientemente fuertes para resistirnos a la tentación de prender ese último cigarrillo, o de comernos ese último pedacito de torta, o de soltar lo primero que nos cruza por la cabeza cuando sentimos que alguien está interfiriendo en nuestros asuntos.
Entonces vemos personas a quienes no les importa arriesgar su vida con tal de sentir una descarga de adrenalina, o las que se regocijan y disfrutan el conflicto porque su cuerpo se lo pide y entonces de cualquier cosa hacen una polémica, o las que necesitan constantemente la aprobación de los demás y por ende buscan ser perfectas en todo, privándose de intentar cosas nuevas por el temor a “no ser la mejor”.
De igual manera están aquellos que arrastrados desde su inconsciente viven alimentando un estado emocional tóxico como la baja autoestima, la melancolía, la rabia, la depresión, la angustia, la negatividad, entre otros. Están acostumbrados a vivir en ese “modo” emocional.
La única forma de romper estos patrones neuronales y por ende deshacernos de esos comportamientos que nos generan frustración y culpa, es con la luz de nuestra conciencia. En el momento en que no hacemos conscientes de algo rompemos su patrón de conexión. Se hace necesario entonces, encontrar la causa raíz de nuestra adicción, hacernos conscientes de cuál es el detonante que hace que nos comportemos de determinada manera.
Por lo tanto, si quieres ver un cambio definitivo en tu vida y no seguir sintiéndote culpable por tu falta de voluntad, te invito a que inicies un proceso de indagación que te permita conectarte con lo más profundo de tu inconsciente en busca de esos mensajes y sentimientos que forman parte de tu memoria celular. Si no puedes solo, apóyate en un coach o terapeuta que vaya de la mano contigo en este despertar.
Para cambiar patrones de conductas y hábitos, debemos vaciar nuestro inconsciente (desaprender) para luego poder colocar información nueva (nuevas creencias) en él. Nuevos pensamientos, nuevos hábitos y conductas que nos ayuden a lograr las metas que nos hemos trazado. Para que algo nuevo entre en nuestras vidas, algo viejo tiene que salir.
Si quieres abrirte paso hacia tu liberación emocional y espiritual, descubre la guía práctica publicada por Editorial TuEstima para tu “Bienestar Emocional” de Glenda Travieso. En ella encontrarás claves, herramientas y ejercicios que te permitirán determinar el tipo de relación que mantienes con la persona más importante de tu vida, tú mismo, mientras descubres tu verdadera esencia y te liberas de todo lo que ya no es necesario. Un viaje para que te des cuenta de que no hay mayor regalo que amar lo que ya eres.