¿Has tenido alguna vez la sensación de que tu amorcito, con el que llevas muchos aniversarios, no te conoce? Es en nuestro vínculo de pareja donde más se reflejan las creencias que hemos aprendido en el amor con mamá.
A veces, cuando discuto con mi pareja, miro hacia atrás, por si había llegado mi suegra y no me habían avisado. Con quién está hablando? Ehhh! Aquí Mercedes!
Hay días en los que toca defenderse de la interpretación que el otro hace de nuestros actos. Cuando me sucede, me parece fascinante observar cuán poco mi pareja conoce mis verdaderas motivaciones. Si realmente me conociera no estaría diciéndome esto! Intentamos mostrar que no somos ese enredándonos en miles de pruebas.
El cerebro, en su metódica tarea de hacer que la información de afuera coincida con la de adentro, disfruta buscando parecidos entre nuestras creencias y nuestras experiencias. Así hay menos cambios que hacer y más energía disponible para lo que pueda surgir.
Cuando nos damos cuenta de que esto también les pasa a los otros con nosotros, estamos en una danza en medio de un baile de disfraces.
Las relaciones de pareja conscientes, donde el propósito no es ser feliz sino transformarnos con y gracias al otro, son una autopista hacia la evolución. Si tienes la suerte de que este sea tu caso, te paso un tip.
Me encantan los juegos mentales, y cuando me veo en esa situación sin salida intento rescatarnos con estas líneas. Puedes tenerlas escritas en un papelito o redactar algo similar con tus propias palabras.
«En algún lugar perdido tras varias generaciones de máscaras quedamos tu y yo cariño. Ahora mismo, aunque parezca que estamos solos, tus padres y tus abuelos están discutiendo con los míos. ¿Dónde quedamos tú y yo amor? No soy esa a quien ellos me quieren hacer parecer. Yo tampoco te conozco verdaderamente.
Amor mío, estemos atentos porque estas gentes quieren entrometerse en cada una de nuestras conversaciones y yo sólo te he dado el Sí a ti. Vamos a rescatarnos de este laberinto de imágenes mentales, vamos a mirarnos a los ojos, profundamente, sin decir nada, mirando más allá de las creencias y escapemos a algún lugar solo tú y yo. Dejemos ahora mismo a todos estos discutiendo. Tienen tantas ganas de pelearse!»
Si superas la vergüenza y tu pareja sigue aún ahí, proponle mirarse a los ojos, en silencio. Luego podrán seguir discutiendo pero ahora van a jugar, a mirarse a los ojos, fijamente, solo mirarse, ustedes sabrán hasta cuándo.