En el 2005 cuando recién llegue a Miami fue una de las temporadas más activas de huracanes en la zona. Yo venía de una situación político-económica difícil en mi país y pensé que nunca iba estar peor en ningún lugar (mi país de origen es Venezuela). Me sentía segura al emigrar a los Estados Unidos, y nunca me imaginé que esa perspectiva cambiaría con la llegada de los huracanes Katrina y Wilma los cuales azotaron con la intensidad suficiente como para llevarme a esa zona incómoda que solo una mama emigrante con sus hijos pequeños podía sentir.
Por estos días varios huracanes han impactado nuevamente (luego de algunos años en pausa en la Florida) y en Texas generando gran caos y devastación en algunos lugares. Estos acontecimientos nos volvieron a poner a prueba. La tristeza, el desánimo, la angustia se apoderaron por momentos, pero al rato dieron paso a la resiliencia, la compasión, la solidaridad y el perdón.
Menciono el «perdón » porque ayer estando en misa, el Padre en una maravillosa Homilía hablo de los sentimientos negativos que nos suelen generar los acontecimientos inesperados. El perdón es el que nos permite reconstruirnos internamente y logra que volvamos a edificar lo que se derrumbó. Así que rápidamente nos toca el corazón y nos deja la tarea valiente de levantarnos y salir adelante con este reto presente.
Lo impredecible que es un evento natural, nos pone una oportunidad de oro para la renovación, la reconstrucción y la limpieza tanto externa como interna, ya que luego de su paso todo queda revuelto y en ruinas. Los servicios más necesarios quedan sin funcionar y nos hacen darnos cuenta de nuestra vulnerabilidad, la que todos tenemos, no importa nuestro estrato social y vemos sin lugar a dudas que no somos inmortales (al menos no nuestro cuerpo)
En el 2005 trate de huir del impacto de estos huracanes amenazantes, pero mi destino estaba claro, pues no importo lo que trate de escapar manejando horas y horas para no sufrir sus avatares, igualmente paso por la ciudad donde decidí esconderme para evitarlo.
En ese momento al quedarme sin luz ni comida me vi de golpe sumergida en lo desconocido…me hizo volver a este presente con la convicción de que ninguna preparación será suficiente cuando el espíritu no te acompaña. Transitar ahora el Huracán Irma con esta consciencia me ayudó a entregarme con algo de miedo por supuesto, ante lo que podía suceder, pero no dejando que este tomará las riendas en mi decisiones.
El perder la calma, la paciencia, convertirme en víctima de la circunstancia, generaron en aquella ocasión una gran culpa y un sinfín de decisiones no muy acertadas por no haberme quedado en casa. No haberme tomado el tiempo para tomar una mejor decisión (en aquella oportunidad no sucedió mayor cosa que unos árboles caídos en mi área, más catastrófico fue hacia dónde hui).
Esto me hizo ahora vivir de manera totalmente diferente, lo que aconteció aquí en mi ciudad, a pesar de que tuve que salir por mandato obligatorio de las autoridades de mi casa (por su cercanía con el mar).
Con el miedo de perderlo todo, en algún momento donde volví a mí ser interior, puse toda la confianza en ese ser superior que es Dios y en el que creo. También me acompañó la confianza esta vez en mi intuición porque me hizo caer en cuenta que quería controlar algo que definitivamente no tenía control alguno. “No hay agua y comida suficiente que hubiese comprado que me diera la sensación de estar segura y que me garantizara que saldríamos mi familia y yo, airosas de este momento retador.”
Doce años después de mí primera experiencia viví estos acontecimientos como una oportunidad de profunda limpieza tanto externa como interna. Conozco gente en Texas que perdió sus casas o muchos de sus bienes materiales pero que ganaron (al igual que yo) la unión familiar que hace rato no tenían. Muchas de estas personas lograron que desconocidos les brindarán su generosidad para ayudarlos y que todavía al momento de escribir esta nota lo sigan haciendo.
Esta devastación que sucedió nos ayudara a que confiemos y conectemos con lo único que no perdemos, ni aún en el final de nuestros días ya que indudablemente nuestra existencia va más allá de nuestro cuerpo físico.
Mi conclusión es que saldremos renovados de cualquier situación difícil, si nos permitimos entregarnos a la misma confiando al máximo en nuestras capacidades. Muchas veces estas se ponen de manifiesto y a prueba en estos momentos impredecibles.
Hay mucho que reconstruir luego de este suceso, pero tengo la convicción que siempre, así como los paisajes vuelven a florecer, como la naturaleza está acostumbrada a sorprendernos y darnos su mayor esplendor nosotros también lo haremos. Nos toca entonces renovarnos como ella lo hace, y salir fortalecidos ante todo lo que sucedió con la certeza de que será posible solo si así lo creemos.
En la foto mi amiga y Coach Elina A. Delmoral Rees en el momento de ser rescatada en Texas, luego de la inundación de su casa.