Se denomina estrés infantil a un conjunto de reacciones, tanto a nivel biológico como psicológico, que se producen por ciertas situaciones que el niño no puede controlar, alterando su equilibrio general.
Los niños deben hacer frente a situaciones desconocidas para poder superar las transiciones de una etapa a otra y esos factores les producen ansiedad y tensión, llevándolos a comportarse de una manera distinta a la acostumbrada.
Los eventos que por lo general estresan a los niños, los podemos clasificar en atención al ámbito en el cual se originan:
Ámbito familiar: divorcio o separación de los padres, duelo de uno o ambos padres, maltrato físico por parte de los padres, abusos sexuales en el hogar, el nacimiento de un nuevo integrante de la familia, etc.
Ámbito escolar: el cambio de nivel escolar afecta su rendimiento académico, siendo más notable en los niños que en las niñas, un examen en el colegio, hablar en público, olvidar una tarea o trabajo, ser molestado por niños mayores, terminar sus trabajos más tarde que los demás, ser ridiculizado en clase, cambio de aula o escuela, llegar tarde al colegio.
Ámbito social: el ritmo de vida acelerado y cambiante que se lleva en la actualidad, ir al dentista o a algún examen médico, romper o perder cosas, ver películas con contenido para adulto, ser diferente en algún aspecto.
Asimismo, hay estresores ambientales, como eventos catastróficos y estresores biológicos, como alguna enfermedad, o discapacidad.
Por otra parte, cada niño es diferente, por lo tanto reaccionan de manera distinta ante el estrés. Asimismo, los síntomas que el niño presente como respuesta ante éste, varían de acuerdo al entorno familiar y escolar.
Algunos modifican su conducta y presentan: sensibilidad, temor, poca confianza en sí mismos, se preocupan de manera exagerada o innecesaria, tristeza, ansiedad, indiferencia, postergan sus deberes, presentan bajo rendimiento escolar, son exigentes y desafiantes, molestan a otros niños, temperamento variable, o se exaltan con facilidad, entre otras posibles manifestaciones.
Otros presentan cambios físicos, tales como: llanto sin causa aparente, sudoración en las palmas de las manos, dolores de cabeza y de estómago, se tuercen o arrancan los cabellos, se muerden las uñas, pueden llegar a orinarse, perturbación en el sueño, y/o pesadillas.
Algunas formas de apoyarlos serían:
- Hacerle sentir al niño que es amado y que sus padres o representantes le brindan protección y apoyo incondicional.
- Ser tolerante y enseñarlo a que lo sea con las personas que lo rodean y con las situaciones que le causen frustración.
- Elegir el colegio más adecuado en atención a la personalidad del niño.
- Escucharlo con atención y mostrar interés por sus inquietudes.
- Impulsar la sana comunicación en familia.
- Enseñarlo a ser asertivo, es decir, saber decir “No” ante determinadas situaciones, y a confiar en sus familiares y pedir ayuda.
- Dedicar tiempo de calidad al niño, y fomentar la comunicación.
- Estimular su autoestima.
- Ofrecerle una rutina de vida equilibrada. Sana alimentación y cuidado personal, descanso y relajación, tiempo para el esparcimiento y diversión, tiempo para cumplir con sus tareas y deberes.
Muchos niños están muy ocupados no tienen tiempo para jugar de manera creativa o relajarse después de la escuela. Los niños que se quejan de la cantidad de actividades en las que participan o se niegan a asistir a ellas, es muy probable que se sientan abrumados. Es sumamente importante estar alertas.
En numerosos casos, el estrés experimentado por un niño puede parecer insignificante para los adultos, pero como los niños tienen pocas experiencias previas de las cuales aprender, incluso las situaciones que exigen cambios pequeños pueden tener un fuerte impacto en sus sentimientos de seguridad y confianza.
En el caso, de que algunos de los síntomas mencionados persistan y afecten los ámbitos descritos, de manera constante y por un tiempo prolongado, lo aconsejable es solicitar asesoría profesional, ya que un estado de estrés que se prolonga en el tiempo podría llegar a convertirse en depresión, afectando su niñez, adolescencia y posiblemente su adultez.