La ciencia y la espiritualidad, pueden trabajar juntas. Incluso la física cuántica hoy comprueba algunas verdades que hace algunos años eran consideradas sólo religiosas o místicas; como sucede con el experimento de la doble ranura, el de la intención, el biocentrismo y el entrelazamiento cuántico. Por eso captó mi atención un artículo publicado en The Washington Post.
El texto indica que Sara Lazar, neurocientífica de la Escuela Médica de Harvard y del Hospital General de Massachusetts, es una de las primeras científicas en ofrecer pruebas contundentes sobre los beneficios de la meditación y el mindfulness, a través del testeos en scanners cerebrales. El resultado de estas pruebas demuestra que meditar, literalmente cambia la forma de nuestro cerebro.
En un primer estudio realizado con grupos de meditadores avanzados, encontraron que estas personas presentaban un incremento de materia gris en la ínsula y otras regiones sensoriales del cerebro. Esto se debe a que cuando estamos en meditación, conectados con la respiración y presentes, desarrollamos cierto nivel de atención que mejora la capacidad de los sentidos. Además descubrieron que los meditadores tenían más materia gris en el córtex frontal, que se asocia a la memoria intelectual y a la toma de decisiones; a tal punto que una persona de cincuenta años, presentaba la misma materia gris que una de veinticinco.
Para investigar más profundo en estos resultados, hicieron un segundo estudio. Formaron un grupo de personas que nunca habían meditado, y les dieron un programa de ocho semanas de mindfulness para reducir el stress, en el cual se les indicó que meditaran 40 minutos diarios.
En esta prueba registraron cambios de masa cerebral en cinco diferentes regiones del cerebro. Cuatro de las regiones aumentaron su volumen: La cingulada posterior que está vinculada a la divagación mental y la importancia personal. El hipocampo izquierdo que asiste en el aprendizaje, los procesos cognitivos, la memoria y la regulación emocional. El temporo parietal que se asocia a la toma de perspectiva, empatía y compasión. Y el puente troncoencefálico (PONS) donde se producen muchos de los neurotransmisores reguladores.
En cambio, se observó una reducción de tamaño en la amígdala, la parte del cerebro donde está programada la reacción ¨ataco o escapo¨, que se relaciona con la ansiedad, el miedo y stress en general. Además el cambio en la amígdala también influyó en la reducción de los niveles de stress. Vale agregar que algunos integrantes del grupo no cumplieron con los 40 minutos diarios de los cuales constaba el programa; el promedio general fue de 27-30 minutos, y sin embargo se encontraron resultados beneficiosos en cada caso.
Personalmente, en los seminarios o consultas, recomiendo practicar mindfulness o meditación durante al menos 20 minutos, dos veces por día. En la mañana, luego de despertar, y por la noche antes de ir al descanso. Además sugiero tomarse intervalos de uno o dos minutos cada hora para llevar la atención a la respiración, haciéndola consciente, y para eso no es necesario cerrar los ojos ni detener las actividades; si hacer una pausa, en caso de sentir tensión, bajón anímico o ansiedad. Meditar es parte de una vida consciente.
FUENTE: Artículo del Washington Post