¿Merezco ser feliz? Muchas veces nos cuesta trabajo ser feliz porque creemos que no lo merecemos o porque simplemente, nadie nos ha dicho que gran parte de “ser feliz” es simplemente nuestra decisión.
En mi caso personal así fue. Al venir de una familia que tuvo que luchar fuertemente para sobrevivir, siempre, el ser feliz, era algo incómodo, algo que se podía vivir pero que realmente al final no debías permitírtelo, ni disfrutarlo totalmente.
No sé si a ti te ha pasado, pero muchas veces sentía una voz o sensación que me hacía sentir que no merecía ser feliz, como un miedo a la felicidad.
Algo así como que, si hoy eres feliz, ten temor porque algo malo está por venir. Por lo menos, así me sentí muchas veces.
Igualmente, cuando me permitía vivir de una manera más aventurera, más arriesgada, más libre siempre sentía temor que algo más grande que mi “yo” me fuese a castigar por lo que estaba viviendo.
Así mismo, sentía remordimiento conmigo misma por disfrutar algo bonito, un regalo de la vida, un lujo, un viaje, cualquier cosa que fuese positiva, pues se sentía como que de eso tan bueno no dan tanto.
Me preguntaba a mí misma: ¿me merezco ser feliz?
Fue entonces cuando comencé el camino del crecimiento espiritual y personal y a indagar más sobre el verdadero secreto para ser feliz.
Allí con la ayuda de grandes guías, estudios, libros y mi más fiel herramienta: la meditación, entendí que la vida era abundancia, que la vida era felicidad, que la vida era paz y plenitud.
Entendí que todo lo que no era esto, era simplemente un producto del ego, de mi cabeza que me atemorizaba con miedos e irrumpía la luz, la felicidad. Era cuestión de escoger una y otra vez, de qué lado estaba.
Al entender que nuestro más grande miedo no es sentirnos pequeños sino aceptar nuestra grandeza, todo cambió. Comencé a entrar en el ahora y deliberadamente vivir el verdadero secreto para ser feliz. De repente comencé a sentir un amor tan grande, tan infinito que llenaba mi ser. Mi autoestima se elevó porque entendí quién era y literalmente así, comienzas a enamorarte de ti mismo.
Mi autenticidad comenzó a aflorar. Era como si ese poder interior, de donde provengo, quien realmente soy, se apoderará de mí. De repente sentí que quien me trajo aquí, así como me ha mantenido hasta el día de hoy, me seguirá sosteniendo. De repente entendí que realmente se vive en el paraíso si no dejamos que nuestra cabeza nos gobierne totalmente.
Finalmente entendí que:
Mi objetivo aquí en la tierra es ser feliz y reconocer que soy parte de algo más grande que mi pequeño ego lleno de miedos e inseguridades.
Voluntariamente, comencé a aprender a conectarme con el todo y a vibrar más alto a través de mis emociones.
Confieso, que a veces se me olvida y vuelvo al miedo, al temor y a lo que no es felicidad. Sin embargo, la certeza de saber quién soy se hace cada vez más sólida, más fuerte. Esta certeza que está dentro de mi corazón me hace sentir que realmente la libertad consiste en decidir nuestra felicidad una y otra vez y simplemente no negociarla con los comentarios de nuestra cabeza o con situaciones externas.
Y con felicidad no me refiero a estar con sonrisa de payaso todo el tiempo. No. Por lo menos así no lo es para mí y los seminarios, cursos y meditaciones que ofrezco siempre van encaminados a algo más profundo. Para mí la felicidad va más allá de unas cuantas carcajadas. Más bien la podría comparar con esa paz y plenitud donde sabes quién eres y que simplemente sientes que tienes todo, que no necesitas más de lo que eres ahora –sin importar lo que tienes- para ser feliz.
Así, ves y reconoces la grandeza en otros, sabes que todos somos iguales de grandes y maravillosos. Aquí no hay pecadores, simplemente somos seres en proceso de crecimiento que nos dejamos nublar por nuestra cabeza y allí es cuando opacamos nuestra felicidad y la de los demás.
Por eso, te invito a ser feliz conscientemente. Decídelo cada día.
Ser feliz conscientemente, se refiere a que hagas todo para sentirte bien sin hacerte ni hacer daño a los demás. Utiliza tus pensamientos, palabras, acciones y emociones para esto. Exalta tu grandeza y muéstrala con humildad y reconoce la grandeza de los demás. Baila, ríe, disfruta de los regalos que tenemos en esta tierra, de los viajes, de las buenas comidas, de los amigos, de las fiestas, de los abrazos, del afecto, ¡del amor!
Cuando eres feliz, tu mundo se ilumina e iluminas el de los demás. Recuerda tu mantra de poder: «YO MEREZCO SER FELIZ». En conclusión:
¡No negocies tu felicidad!