La riqueza que recibimos ayudando a nuestros hermanos necesitados. Quiero compartirte mi historia con Ricardo, un señor que como muchos ahora en Venezuela hurgan de la basura buscando algo para comer. Tal vez al leer esto cambies tu idea de los indigentes.
Una historia maravillosa.
Como saben queridos lectores, en Venezuela se vive una situación económica muy compleja. Esto ha hecho que muchas personas recurran a una labor lamentable e indigna para cualquier ser humano: revisar la basura para encontrar algo para comer. Sin embargo, en cualquier parte del mundo hay situaciones similares y gente en pobreza. Así que lo que aquí cuento puede interesarte.
El señor Ricardo desde hace unos dos años revisa la basura de mi edificio. Cuando empecé a verlo lo saludaba y él siempre era gentil. En ese entonces decidí preparar a diario un desayuno extra para compartirlo con alguien en la calle. Con frecuencia él recibía ese desayuno pues siempre estaba cerca al salir de casa. Me llamaba la atención su mirada, era limpia y su sonrisa franca a pesar de sus condiciones.
En general no me gusta nada más dar comida, me gusta conectarme con la persona y tratarlos como el ser humano que son. Así, le pregunté su nombre y al darle la comida intercambiábamos algunas palabras. Su gentileza a pesar de sus circunstancias llamo mi atención. Recuerdo haberme preguntado cómo actuaría y me sentiría si estuviese en su lamentable circunstancia. Pensaba que sería muy difícil sonreír o que tal vez la amargura se hubiese apoderado de mí.
De alguna manera quise preservar esa mirada limpia. Entonces, decidí darle algo más: a veces un kilo de pasta, arroz o algún otro alimento que podía preparar en su casa. Cada vez conversábamos más y su trato siempre fue cordial. A veces me pedía ropa o zapatos y lo ayudaba en lo que me era posible. Un día, decidí dar otro paso, quise darle alguna forma de trabajo. Entonces le propuse que lavara y puliera mi camioneta. Lo hace desde hace 1 año y a cambio le doy algo de efectivo y más comida. Creí que era una buena manera de ayudarlo y de que se diera cuenta que a través de su esfuerzo puede conseguir sus alimentos. Al final pago más que si lo llevara a un auto-lavado, pero es un incremento que estoy dispuesta a pagar a cambio de saber que le estoy ayudando.
Adicionalmente, a veces en el edificio se requiere algún trabajo, entonces le hemos pedido al Señor Ricardo que nos ayude. Siempre ha sido responsable, respetuoso y gentil.
¿Qué he aprendido de esta historia?
El señor Ricardo ha sido un regalo en mi vida. Me ha hecho reafirmar que buenos seres humanos los hay por doquier, incluso en las circunstancias más complicadas.
Me ha sorprendido su honestidad y puntualidad. La forma como saluda a todos en el edificio y su siempre sonrisa afable. Se esmera en hacer el mejor trabajo posible, cuidando los detalles de toda su tarea. Al terminar, siempre me muestra cómo lo limpió y percibo orgullo de su parte al saber que ha hecho un buen trabajo.
El señor Ricardo me recuerda que aún en circunstancias adversas, si tienes una buena actitud puedes atraer a tu vida mejores experiencias y personas.
En este mundo todos somos hermanos.
Quise contarte esta historia porque como estudiosa de la conducta humana sé que estamos llenos de prejuicios y temores por el otro. Mucho más en el caso de personas como el Señor Ricardo.
Aún recuerdo un episodio muy triste en la entrada de mi estacionamiento hace algunos años. Estaba lloviendo y era de madrugada. Un vecino que usualmente cazaba salía con su carro. En la salida estaba un indigente protegiéndose de la lluvia. Mi vecino se asustó y sacó su escopeta para obligarlo a irse. El indigente lloraba diciendo que sólo quería permanecer seco, que hacía frío. Yo oí todo desde mi apartamento en el primer piso. Mi corazón se detenía lleno de tristeza al ver cómo el miedo nos puede convertir en seres indolentes y despiadados.
Sé que podemos hacer del mundo un mejor lugar, ese es mi sueño y mi compromiso. Creo que cada acto de bondad que podamos hacer por nuestros hermanos, puede hacer la diferencia en su vida y disminuir el dolor y la dificultad que pueden estar atravesando. Si cada uno de nosotros pudiera ayudar a una persona aunque sea un poco, seguro tendríamos un mundo no sólo más humano sino con menos gente resentida.
Al mismo tiempo, sé que la rueda de la fortuna gira, poniéndonos algunas veces arriba y otras abajo. Por supuesto que deseo que todos estemos bien. Pero si alguna vez, por las razones que sean, tengo una dificultad financiera, me gustaría contar con la solidaridad y el apoyo de otras personas.
Una de las más hermosas enseñanzas de Jesús es: ama a tu prójimo como a ti mismo. Y esta es la base para la mayoría de las religiones. El amor significa el reconocimiento del otro y la solidaridad.
Ojalá esta historia te inspire a mirar con otros ojos a personas que tal vez no son como tú y despierte en ti ese deseo de ayudar. Te aseguro que se siente muy bien.
Finalmente, deseo para ti que siempre tengas el privilegio de estar en la posición de dar y no en la necesidad de recibir. ¡Bendiciones siempre!