Hoy transcurre el día con un pensamiento que me lleva a escribir este artículo por los hechos ocurridos en Orlando el día 12 de Junio del 2016. Cuando un ataque o masacre de este tipo ocurre, nos lleva a una gama de emociones que quisiera analizar para poder llevar a ustedes una reflexión ante los hechos acontecidos que enlutan a muchos hogares y al mundo entero.
La primera emoción que nos invade es la tristeza, mezclada con la rabia e impotencia. Inmediatamente nos ponemos a buscar un culpable y es en esa persona donde señalamos toda la responsabilidad de lo acontecido. No nos damos cuenta, (casi pasamos por alto) algo de suma importancia: Cada uno de nosotros con nuestra rabia, enojo, odio hacia quien perpetró este hecho estamos sumando a crear más de lo mismo. Estas emociones no nos dejan ver nuestra parte de responsabilidad como sociedad porque ese individuo pertenece a ella, viene de un hogar. Fue quizás creado bajo ciertas costumbres. En realidad esta persona quizás si se dejó arrastrar por darle mayor peso a las diferencias ideológicas que al punto que nos une: EL SER HUMANOS y vivir en este planeta.
Ajenos a esta realidad del perpetrador, nosotros seguimos en nuestra reacción. Atacamos sin piedad al que piensa diferente, lo insultamos y en algún momento determinado (cómo en este caso) hacemos que el “diferente” pague hasta con su vida.
Para explicarme mejor les cuento que hay un video en internet donde gente común declara por ejemplo, sentirse orgullosa de ser inglesa, pertenecer al “mejor país” según la opinión de ellos, pero detesta a ciertos países con un halo de superioridad en sus palabras. Al final de dicho video se ve (al hacerle una prueba de ADN) a los participantes que nadie proviene de una “raza pura”, que el rechazo que sentían hacia otro ser humano (que es creado por nosotros mismos) sólo está en la mente y corazón de quien lo expresa. Con esto se comprueba que somos simplemente “ciudadanos del mundo”.
Mientras nos limitemos por el país donde vivimos, la raza, nuestra orientación sexual o la religión a la cual pertenecemos y estos motivos nos hagan ser intolerantes al que piensa o siente diferente de nosotros no estaremos contribuyendo con un cambio que beneficie a nuestro mundo.
Ciertamente vivimos en países diferentes, somos de alguna religión, raza, pero… este es un motivo que te genera división? Cómo podemos dar un paso adelante en lograr paz y armonía en nuestros países y en el mundo? Pues es muy simple: El cambio comienza SIEMPRE con nosotros mismos. Reconciliemos nuestro interior, empecemos en casa, amando y educando personas de valores que respeten y amen más allá de lo diferente. La solución está en nuestras manos, las mías y las tuyas, ¡las de todos!
Este momento nos exige un cambio. No esperemos que la solución mágica venga de que el otro transforme su actitud y comportamiento, porque sólo ese mundo abierto comenzará cuando expandamos nuestra mente y veamos más allá de nuestras diferencias.