Siempre que identifico un conflicto en la comunicación con otros, aparece el miedo originando o alimentando el malestar. Comunicarme conmigo misma y con los demás aprovechando los miedos como llave para transformarme, es algo que me gustaría poder experimentar este año. Te invito a que reflexionemos juntos sobre qué ingredientes necesitamos para semejante pastel:
– Estar Presentes: a la hora de comunicarnos, estar presentes, para poder identificar cualquier síntoma de malestar y poder separarte de lo que está ocurriendo en tu mente.
Cuando no eres consciente de lo que sientes, de lo que dices y te sientes presa de la emoción, el miedo está activado, y desde aquí ni nosotros ni nadie escucha nada ni comprende nada, porque el cerebro está en modo huida o ataque. Si no somos capaces de estar presentes, en realidad no estamos escuchando al otro, sino interpretando en base a nuestra percepción y defendiéndonos de algo que puede no tener absolutamente nada que ver con el otro.
– Observar: poder observar la energía que rodea la discusión, poder mantener una respiración profunda, poder ser consciente de las palabras que escoges, es decir, ser el que observa. Llevar la atención adentro del cuerpo suele ser de ayuda. Ya sabemos que al observar lo que siento, es más difícil creer que soy eso que estoy sintiendo.
– Rendirnos: cuando en una discusión percibimos que la energía del diálogo está virando a defensa o ataque probemos con la rendición. El no querer tener razón, poder permanecer en silencio viendo cómo nuestro monstruito interior crece. ¿Somos capaces de rendirnos ante las ganas de defendernos? ¿Qué pasa si me rindo? ¿Cómo me siento? ¿Qué sucede si me libero de la necesidad de tener razón o de que los demás piensen como yo, incluso cuando creo que les estoy ayudando? Es interesante identificar que a veces nos sentimos frustrados a la hora de comunicarnos y que esa sensación está más vinculada con el ego que con el ser, que no se identifica con ninguna posición.
Si el otro saca los dientes, utiliza toda clase de juegos para no activar tu miedo. Puedes imaginar que el otro tiene un mono en la cabeza que es quien está hablando y realmente es así.
– Recibir el mensaje: nada de lo que ocurre está fuera de nosotros ni es causado por otro. El otro es un mensajero que trae un mensaje del pasado que se ha activado. Ese mensaje que el otro nos muestra estaba antes que la discusión, pero se ha activado y nos da la sensación de que al luchar con el afuera, nos quitamos el problema se encima. Es una fantasía, el mensaje atrae al mensajero. El otro nos hace el favor de mostrar lo que no podemos ver por nosotros mismos. No tiene sentido dispararle, porque ese mismo mensaje lo traerá otro. ¿Para qué? Porque hay una oportunidad de transformarnos y esa oportunidad está en la sala de espera hasta que es tomada por nosotros. Y nos amamos tanto que no descansamos en buscar oportunidades para mostrar todo lo que tenemos para transformar.
– Simplemente sentir: el mensaje solo quiere ser sentido. Ni analizado, ni pensado, solo sentido. Son mensajes que escribimos en la infancia con tinta de color del miedo y como el elefante que crece atado a la fina cuerda que un día lo mantuvo prisionero, seguimos sin querer sentir aquellos miedos, por temor a que sean tan dolorosos que nos dejen sin aliento. Somos más grandes que el miedo cuando nos abrimos a sentirlo, cuando abrimos los brazos para abrazar a esa sensación que nos recuerda a niños que solo quieren ser consolados. Ese niño solo quiere espacio para sentir, solo quiere saber que tiene derecho a sentir, y cuando somos capaces de sentir el dolor somos capaces de sentir su “opuesto”. Lo que esa capa de falso dolor deja ver, que siempre es expansión de la conciencia.
– Verse en el otro: qué no soporto del otro? Pregúntate en qué medida no aceptarías eso que ves del otro dentro de ti. En qué medida la fuerza que pones en rechazar eso que ves en el otro implica miedo de parecerte? En qué medida representa la idea que tienes sobre cómo debes ser y cómo debe ser tu entorno para que seas feliz.
– Hablar lo que sentimos en primera persona: ten en cuenta la diferencia que provoca en la comunicación el nombrar lo que sientes en primera persona en vez de describir lo que el otro te hace. Cuando hacemos esto estamos dejando claro que somos los responsables de sentir eso que estamos sintiendo, y de elegir sentir algo diferente. También desde esta forma de comunicarnos cualquier petición que hagamos al otro es siempre una opción que el otro tiene de hacernos un regalo, no es una exigencia.
– Perdonar y confiar: a veces estamos listos para liberarnos del malestar que dejó una discusión pero nos mantenemos enojados para que el otro haga su propia reflexión. Al menos unas horitas, para que tome nota! En realidad los primeros perjudicados al mantener esa energía dentro somos nosotros. Siempre es responsabilidad del otro el escoger transformarse. Poder perdonar y soltar la necesidad de aleccionar al otro, es liberador y transformador.
– Ser compasivo: cuanto el otro pierde la calma, poder saber que no es él quien está hablando sino su miedo y que atacará con toda la fuerza para defenderse si se siente amenazado. Recordar que no somos responsable de ese miedo pero sí podemos espejarlo de manera amorosa. Sea lo que sea que se esté discutiendo, si eres capaz de rendirte a tus propios miedos y a tus propias ganas de defenderte y escuchas al otro como si fuera un niño, con toda tu atención y con la certeza de que SEA LO QUE SEA QUE SIENTE TIENE DERECHO A SENTIRLO, esto es un acto de amor enorme que desarma a cualquier león. Pero debes hacerlo de verdad, desde el corazón, no como estrategia. Eres capaz de hacer esto contigo mismo y con los demás? ¡Yo voy a intentarlo!