«La envidia es una declaración de inferioridad» Napoleón Bonaparte.
Siempre estamos deseando, anhelando tener cosas, vivir situaciones y eso está bien porque nos impulsa a avanzar, pero en ocasiones el obtener lo que queremos no es tan fácil y/o rápido como quisiéramos y es justo allí donde la paciencia y la perseverancia deberían ser nuestros mejores aliados pero, en ese proceso vemos a personas generalmente de nuestro entorno cercano e incluso en las redes sociales que tienen eso que quisiéramos tener y eso nos puede llevar a sentir rabia, tristeza, malestar, frustración, es decir Envidia.
No siempre somos capaces de reconocer que es eso lo que estamos sintiendo y lo podemos enmascarar de distintas maneras.
Hice una encuesta en twitter preguntando a las personas si habían sentido envidia y hasta ahora han contestado 952 personas. Estos son los resultados:
Si: 8.6%
Algunas veces: 37.3%
Nunca: 54.1%
¡Imagínense! Un 54% indicando que NUNCA ha sentido envidia ¿Lo crees?
Uno de los comentarios que me pareció más certero fue el siguiente: “El que diga que NUNCA ha sentido envidia miente, ya que es un sentimiento humano, igual que la ira o la alegría, lo importante es reconocer que es negativo y aprender a no dejarse arrastrar por él. Cuando maduras y creces emocionalmente deja de afectarte”.
Lo cierto es que es normal sentir envidia, ocurre desde los primeros años de la infancia cuando deseas ese juguete que el otro tiene y tu no, en ese juego del yo quiero que nos lleva a ser egoístas pero luego, al pasar del tiempo con las reflexiones y aprendizaje puede trabajarse esto y reorientar el sentimiento porque la envidia hace daño, mucho daño.
La envidia lastima a quien la siente alejándola del bienestar, puede generar resentimiento, y rencor.
Algunas reflexiones sobre las causas de la envidia
- Tiene que ver con tu valoración personal, tu autoestima, la certeza que tengas o no sobre tu capacidad de lograr cosas. Mientras más disminuida es esa valoración y mientras más arraigado tengas del papel de víctima, del “pobrecito yo”, más probabilidades tienes de que la envidia se adueñe de ti
- Suele ser común decir que no se tiene envidia y resulta que el primer paso para combatirla es reconocerla, observar pensamientos del tipo “No es justo”, “¿quién se cree que es?”, “¿por qué yo no recibo el reconocimiento?”, y otros pensamientos por el estilo donde sentimos que no hemos sido tocados por la bendición o bendiciones que otros si tienen.
- Solemos crecer en ambientes comparativos y de competitividad, donde se resalta el llegar de primero, donde incluso nuestros padres pueden compararnos con otros como manera de presionarnos a obtener lo que otros logran. Desde esta perspectiva se crean incluso patrones sociales referenciales a través de los cuales otros nos juzgan, desde las calificaciones obtenidas, la pérdida de la virginidad, la edad para tener novio, para casarse, para tener un hijo, para tener un segundo hijo, etc.
- El afán de ser perfectos es otro elemento que puede abrir la puerta de la envidia y es un absurdo, una creencia irracional, ¿quién es perfecto?
- Centrarse en las carencias. Muchas personas están tan centradas en lo que les falta que pierden la noción de las bendiciones que hay en su vida y se desconectan del agradecimiento; es por ello que el foco deja de estar adentro, dejan de sentir bienestar por sus afectos, por sus logros porque suelen darlos por sentado y andan por la vida en una insatisfacción constante por tener más.
- Bajo nivel de esfuerzo: tenemos también personas que no están dispuestas a esforzarse lo suficiente y mantenerse perseverando para desarrollar al máximo su potencial y desde allí es fácil cuestionar a los que si lo hacen pero de una forma absurda, donde dejan de reconocer que esos logros no son productos del azar sino de un sostenido trabajo personal y sienten rabia por eso.
- Enfoque negativo de la vida: cuando te quedas anclado en lo negativo y no en los aspectos positivos de la vida es fácil caer en el rol de la victima y desde allí a la envidia solo hay una línea muy delgada.
- Ir por la vida juzgando: muchos andan por la vida juzgando a los demás, como si fueran dueños de la verdad y por ende facultados para cuestionar lo que otros piensan, dicen, hacen, obtienen. La revisión debe ser interna, personal ¿quién eres para juzgar?, ¿no te das cuenta que juzgando lo que haces, te alejas de tu crecimiento personal?
Reflexiones finales
Cuando te descubras a ti mismo anhelando eso que otros han logrado y tú no, canalízalo ¿Cómo?, a través de la admiración e investigación de los factores que le han permitido a esa persona obtener esos resultados y desde allí descubrir que puedes hacer tú para lograrlo.
Agradece las cosas positivas que le ocurran a los otros, es una forma de conectarte con la abundancia y las emociones de bienestar, y créeme, es contagioso.
Evita comparaciones porque los seres humanos somos tan únicos que si bien podemos tener ciertos elementos en común, cada uno es único al igual que lo son nuestras huellas digitales. Cada uno de nosotros es un milagro de la vida y por lo tanto debe ser amado y respetado por lo que es, empezando por ti.
Da lo mejor de ti, esfuérzate cada día por ser la mejor versión de ti mismo, no es un tema de moda o de un momento, el ser consistente y persistente, incluso (y más aún) cuando las cosas no salgan bien, es la clave entre el éxito y el fracaso… muchos desisten cuando están muy cerca de llegar, generalmente sin darse cuenta.
Muchas fuentes de ansiedad, depresión y frustración provienen de la envidia, de la desconexión de quien eres y de estar pendiente de lo que hacen y logran los demás. ¿Qué tal si le dedicas tu observación y esfuerzo a quien más lo merece y necesita en tu vida?, ya sabes…tú mismo.
Liliana Castiglione
Psicóloga