La resiliencia, en psicología, es la capacidad de las personas de sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas.
En muchas ocasiones la vida, nos plantea situaciones que superan nuestras capacidades: la muerte de un ser querido, una enfermedad grave, una ruptura de pareja particularmente dolorosa, el fracaso de un sueño largamente ansiado, problemas económicos o laborales, entre otros. Variados escenarios que nos pueden llevar al fondo y hacer que nos cuestionemos si tenemos la fuerza y la voluntad necesarias para seguir adelante. En estos momentos se nos presenta dos opciones: dejarnos vencer y sentir que hemos fracasado o sobreponernos y salir fortalecidos, apostando así, por la resiliencia.
La resiliencia implica reorganizar nuestros recursos psicológicos en función de las nuevas circunstancias y de nuestras necesidades. De esta manera, las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a las adversidades que les ha tocado vivir, sino que van un paso adelante y se valen de esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo su potencial.
La resiliencia distingue dos elementos: la resistencia frente al desastre, esto es, la capacidad de proteger la propia integridad bajo presión; y por otra parte, más allá de la resistencia, la capacidad para construir un nuevo sentido vital positivo pese a las condiciones difíciles.
El interés por desarrollar y evaluar esta capacidad se ha extendido no solo a la psicología, sino a la educación, a la salud, y a las empresas. No solo resisten y mejoran su supervivencia las personas, sino también las instituciones y las empresas, en una época de fusiones, crisis y quiebras.
La psicología positiva considera a los problemas como desafíos, que son enfrentados y superados por las personas gracias a la resiliencia. Existen distintas circunstancias que favorecerán o no el desarrollo de la resiliencia en cada hombre, como la educación, las relaciones familiares y el contexto social.
¿Cómo podemos ser más resilientes? Según el afamado Coach Ontológico Ignacio Trujillo:
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- Con una auto imagen positiva, donde aprendamos a mirar lo que está bien en nosotros, en vez de observar siempre lo que nos falta.
- Conociendo, además de nuestras fortalezas, nuestras debilidades, para no quedar estancados ni en la soberbia de creernos los mejores del mundo, ni en la victimización donde no hay nadie peor que nosotros.
- Dedicando tiempo a cultivar nuestros aspectos positivos, nuestros dones, y así poder transformar lo que nos cuesta en desafíos para incrementar poder personal.
- Incentivando la expresión de los sentimientos; recordemos que no existe evolución en la represión, sólo en la expresión y transformación.
- Tomando los errores como lecciones y no como fallas o fracasos.
- Siendo creativos, flexibles, proactivos, mirando las situaciones como una hoja en blanco donde está todo por escribir, pintar o dibujar.
- Teniendo nuevas respuestas emocionales a las habituales, es decir si siempre soy de enfadarme, aprender a callar. Si nunca pongo límites, aprender a hacer oír mi voz. Esto se adquiere con prácticas sostenidas en el tiempo a través de programas de aprendizaje emocional, meditaciones, etc.
- Pidiendo ayuda cuando no puedo solo. Si me cuesta pedir, me costará crecer en la adversidad, ya que nadie crece solo. Pedir forma parte de reconocer que para coordinar acciones con otros, es importante hacer conocer a los demás mis necesidades y no esperar que los demás adivinen. Recuerda esta frase: “Dime donde no pides y te diré dónde sufres”.
- Reflexionando antes de actuar, aprendiendo a contar hasta diez antes de arrepentirnos de lo que dijimos o hicimos.
- Buscando las formas y relaciones que nos ayuden a ver la vida con optimismo, liviandad y buen humor.