¿Por qué nos es más fácil centrarnos en lo negativo y descartar lo positivo? ¿Será que el ser humano padece de “adicción al sufrimiento”?
La realidad es que detrás de un pensamiento negativo hay activo un mecanismo de protección de nuestro cerebro cuyo origen se remonta a la época en que nuestro cerebro tenía una sola preocupación: sobrevivir. Por tanto, el cerebro humano, por naturaleza, está más enfocado en los resultados negativos que en los positivos.
Rick Hanson, Ph.D, en su libro Hardwiring Happiness, nos explica que este sesgo de nuestro cerebro se debe a que nuestros ancestros solo podían cometer dos errores:
1) Pensar que había un tigre detrás de los arbustos, cuando realmente no había ninguno y 2) pensar que no había ningún tigre escondido en los arbustos, cuando en realidad sí había uno. El costo del primer error desencadenaba una ansiedad innecesaria por un peligro que no existía sino en su mente, mientras que el costo del segundo error era la muerte. Posteriormente, aunque ya no hay tigres acechándonos a la vuelta de la esquina, seguimos reproduciendo en nuestro cerebro el efecto del primer error miles de veces para evitar cometer el segundo, aunque sea una vez. Esta configuración por defecto del cerebro humano sobreestima las amenazas, desestima las oportunidades al igual que los recursos disponibles, tanto para hacer frente a las amenazas como para aprovechar las oportunidades.
Es por eso que constantemente estamos renovando estas creencias con información que las confirma, mientras ignoramos o rechazamos información que no lo hace.
Como resultado, terminamos preocupados por unas amenazas que son en realidad más pequeñas o más manejables de lo que habíamos temido, mientras que pasamos por alto oportunidades que son en realidad mejores de lo que habíamos esperado.
La cultura, la sociedad, el entorno donde nos movemos a diario e incluso nuestras familias se han encargado también de reforzar esta conducta instintiva de nosotros los seres humanos.
Por otro lado, mirar el lado positivo de las cosas implica detenernos por un instante, soltar el automático con el que llevamos nuestra vida y frenar nuestra mente de mono saltarín (saltando de pensamiento en pensamiento), para hacernos conscientes del momento presente, para percibir, oler, saborear y observar todo cuanto está ocurriendo a nuestro alrededor. Lo cual tampoco es tarea fácil para nuestro cerebro primitivo.
Ahora bien… ¿podemos revertir esta tendencia natural de nuestro cerebro de enfocarse en lo negativo, por una que nos genere mayor bienestar y felicidad?
Definitivamente, un sí gigantesco.
Así como un deportista a base de entrenamiento, disciplina, constancia y pasión por lo que hace puede adiestrarse para ser el mejor en su disciplina deportiva, reconociendo sus aciertos y aprendiendo de sus errores, los seres humanos tenemos la capacidad de adiestrar nuestro cerebro para pensar en positivo, reprogramándolo con nuevos patrones de pensamiento.
¿Parece difícil?, te aseguro que no es lo tanto. La clave… hacernos conscientes.
Cuando llegue a ti un pensamiento negativo que te genere ansiedad, tristeza, frustración o cualquier otra emoción de baja densidad, cuestiónate su certeza. Cuestiónate ese pensamiento que no sabes de dónde viene, pero que te está haciendo terriblemente infeliz, reconócelo y después déjalo ir. A medida que vayas practicando, verás cómo cada vez te será más fácil desconectar el automático y reconocer cuándo las palabras que están saliendo de tu boca no vibran en sintonía con el sentimiento de dicha y bienestar que quieres experimentar en tu vida.
Recuerda que el tigre detrás de los arbustos ya no existe, solo habita en tu cabeza.