Cuando llegó a mí la práctica de la gratitud, por allá por el año 2003, nunca imaginé el maravilloso regalo que estaba recibiendo. Un regalo que continúo compartiendo y que hoy con los años, he aprendido a agradecer cada día más profundamente.
Y es que todo en la vida tiene su momento. Aunque pensemos que sea un mal momento para que ocurra algo, para que la salud se nos quebrante o un ser querido parta de nuestro lado. La vida es el mayor regalo y por ello, la gratitud debería ser un sentimiento constante. Aunque pensemos que no hay nada que agradecer por los momentos.
Suelo conectarme con la respiración en momentos de mucha tensión o de angustia. Además de calmarme y reenfocar mi mente en el momento presente, la respiración me recuerda que estoy viva, que puedo pensar y que por tanto, agradezco la posibilidad de que ocurran milagros, sorpresas alegres e inesperadas que me reconcilien con la alegría de la vida.
En 2016 publiqué mi primer libro “Viviendo En Modo Agradecido”, donde presento una compilación de mis indagaciones, historias personales y mi propia historia con la gratitud, invitando a al lector mediante ejercicios y preguntas a adoptar el hábito de la gratitud.
Mi intención era inspirar a ser agradecidos, convencer incluso con elementos racionales a quienes los necesitaran para abrazar la gratitud cotidiana. Casi 4 años después, quiero compartir ahora por otros medios información actualizada sobre vivir agradecidos.
Desde la racionalidad
En mi trabajo como mentora y life coach he tenido la oportunidad de formarme en psicología y neurociencias. De ahí que haya tenido acceso a muchos estudios científicos que corroboran los beneficios de la gratitud para mente y cuerpo.
Conocer los efectos de la gratitud en el cerebro y sistema nervioso, ayuda a definir estrategias que beneficien la salud en general.
La química cerebral positiva se activa con el acto de agradecer. Las zonas cerebrales y los neurotransmisores asociados al placer y la recompensa, como son la dopamina y la serotonina, se activan y son secretados abundantemente con el acto de agradecer. Si además, expresamos nuestra gratitud en forma de agradecimiento a quien nos ha beneficiado, aparece la oxitocina, presente en nuestro cerebro cuando nos relacionamos positivamente con otras personas.
La gratitud reduce la producción de cortisol, hormona relacionada con el estrés y cuya presencia continua en altas cantidades, propicia alteraciones del ánimo como la depresión y la ansiedad. Una reciente investigación conducida en la Universidad de Indiana, ha concluido que la gratitud induce cambios en la estructura cerebral en pacientes con depresión.
Así que la gratitud, aunque no es un químico, produce reacciones químicas beneficiosas para la salud de cuerpo y mente.
Por otro lado, existen cientos de estudios que demuestran que sentir gratitud y expresarla mejora la salud cardiovascular, mejora los patrones y profundidad del sueño, ayuda en los procesos de tratamiento y recuperación de enfermedades como la atrofia muscular, la fibromialgia e incluso el cáncer.
Desde el punto de vista psicológico, la gratitud incrementa el optimismo, facilita la aceptación ante los cambios, fortalece los vínculos entre parejas, familiares, amigos e incluso colegas o miembros de equipos de trabajo en empresas y otras organizaciones.
El sentimiento de felicidad impacta positivamente el sistema nervioso central. Y la gratitud hace que nos sintamos felices, es decir, más calmados, respondemos a estímulos externos de manera más positiva y enfocada a la acción, y tendemos a ser más receptivos o menos resistentes al cambio de circunstancias.
Por ello me atrevo a decir, que la gratitud es un poderoso vehículo hacia el bienestar. Si eres agradecido, no necesitas de mucho más para vivir con felicidad.
Desde la espiritualidad.
La gratitud aparece mencionada en todos los textos espirituales y sagrados de la humanidad. Es considerada una virtud, una postura ética ante la vida y las circunstancias que nos toca vivir. Porque a través de la gratitud se accede a la conexión con la divinidad, cualquiera sea el nombre que se le dé; se facilita el perdón, que es clave para una vida espiritual centrada en el amor incondicional y al cultivo del espíritu.
En lo personal, porque la espiritualidad es algo muy íntimo en mi opinión, la gratitud facilita la aceptación y por tanto, reduce el sufrimiento. Esto nos lleva a experimentar la paz interior que es, en síntesis, lo que toda práctica espiritual otorga a quien la realice.
A partir de esa paz, se obtiene claridad en el propósito o misión de vida, se simplifica la vida al asignar la valoración adecuada a cada persona, a cada experiencia vivida.
Para mí además, la gratitud te empodera desde la perspectiva de una mayor toma de consciencia sobre lo que es realmente importante. Lo que está realmente bajo tu control, que no es mucho, pero que a la vez, es muy potente: lo único que controlas es tu perspectiva, la elección que haces sobre cómo vas a pensar y a sentirte con respecto a cada aspecto de tu vida. Esta elección fundamental que te llevará a actuar, a conducirte en el mundo material con coherencia en relación con tus valores. A esos pensamientos que elegiste creer porque te hacen experimentar paz, amor, felicidad.
Por otro lado, la innegable naturaleza social del agradecimiento nos conecta con todo lo creado. Con lo invisible y lo visible o material. En el caso de las personas, las organizaciones, el medio ambiente por ejemplo, la gratitud nos convierte en líderes y agentes de cambio, al demostrar con nuestras palabras y acciones de agradecimiento lo que otras personas también pueden hacer por mejorar el mundo en que vivimos.
Por todo lo anterior y porque he experimentado en mi vida todos sus beneficios, te invito a abrazar el hábito de la gratitud. Solo viviendo en modo agradecido te encaminas a alcanzar abundancia, bienestar, felicidad en cada instante de tu vida. En el eterno presente de la existencia del alma.