La mayoría de los seres humanos se plantean en algún momento de su existencia, preguntas cómo estás: ¿cuál es el significado o sentido de la vida? ¿Cómo encontrar la felicidad? ¿Vale la pena vivir, para morir? ¿Cuál es el camino? ¿Qué sentido tiene todo? ¿Por qué no soy feliz? ¿Esta es la vida que deseo? ¿Puedo hacer algo mejor con mi vida?
En la mayoría de los casos las preguntas vitales nos abordan en períodos de crisis personal, cuando empezamos a cuestionarnos qué es lo que hacemos y sobre todo, para qué lo hacemos. Es cuestión de detenernos y dedicarle nuestra atención a estos momentos de dudas, de preguntas sin responder, de temores ocultos que emergen a la luz.
Usualmente el miedo se hace presente cuando acechan las dudas, las cuales obedecen a infinitud de razones, entre ellas: cuando se siente una constante y persistente insatisfacción, se sufre la pérdida de un familiar o amigo, despido laboral, separación o divorcio. Incluso, ocurre en personas que tienen salud, familia, pareja, trabajo y se sienten vacíos.
El miedo y su consecuente “parálisis”, no hacer nada para cambiar la situación, es la salida más sencilla, porque no se trata de crear nada nuevo, sino quedarnos aferrados a lo conocido. El miedo está vinculado estrechamente a nuestra necesidad de seguridad y de control, pero lo único permanente y constante en la vida es el cambio y pretender controlar todo es realmente imposible.
El mundo es cada vez más cambiante, todo se acelera, las distancias de acortan, aumenta la incertidumbre económica, laboral, política y, social a nivel mundial.
“Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”, señala una popular cita atribuida al escritor uruguayo Mario Benedetti.
Hay muchas maneras de enfrentar esa situación, que podemos resumir en engancharnos en el miedo o trabajar la fe, el amor y confiar en nosotros mismos.
Por su parte, Leo Calderone, guionista, actor y escritor argentino, señala que las respuestas a estas preguntas, “Qué, cómo, cuándo, dónde y por qué”, son las mismas: Un viaje.
¿Qué es esto? Un viaje.
¿Cómo llegué acá? Viajando.
¿Cuándo? Durante el viaje.
¿Dónde estoy? En el viaje.
¿Por qué? Por el viaje.
De regreso a casa, a la luna, al centro de la tierra o al interior de uno mismo. Todo es un gran viaje, en el que sabemos de dónde partimos, pero no a dónde llegaremos. Y eso… es lo más divertido del viaje”.
Creo que sin duda la vida es un viaje, pero a los efectos de replantearnos e iniciar nuevos caminos, existe una diferencia considerable entre quedarnos en el ¿Por qué? y el enfocarnos en los ¿Para qué?, a los efectos de nuestros procesos mentales. Por lo general los “por qué”, salvo que los utilicemos para subsanar errores, nos enganchan en el papel de víctima, ¿por qué a mí? no merezco esto ¿Les suena familiar?, en cambio los “para qué” nos llevan a buscar otras opciones, a no quedarnos atrapados.
Para otros, la vida simplemente “ES”. “Es tan intensa que no hay nada que pueda detenerla. … La vida no sabe si quiero o no quiero, ella no me hace preguntas. La vida simplemente ES”.
Pero, ¿por qué debemos darle un sentido a nuestra vida?
Encontrarle un sentido a nuestra vida, un propósito, una misión, es el fin último y más elevado del ser humano, expresan los grandes sabios de todos los tiempos, las grandes religiones e infinidad de autores, entre ellos Víctor Frankl, psiquiatra y autor del Best Seller “El hombre en busca de sentido” que inspiró a millones de personas a asumir una actitud muy firme: la actitud del “SÍ” a la vida. Frankl sobrevivió al Holocausto, encontrando en el más profundo dolor un sentido a su propia vida.
El sentido de la vida, según Frankl, cada quien lo ha de encontrar desde su individualidad irrepetible. El hombre es un buscador de sentido, el ser humano está llamado a la libertad y la responsabilidad, a su realización:
…sólo hay una cosa que hace al hombre capaz de soportar lo peor y realizar lo imposible. Y esto es precisamente el tener un deseo de sentido y el convencimiento de que es responsable de encontrar ese sentido a su vida.
“Los prisioneros que tenían un para qué vivir eran los que lograban sobrevivir.” No los más robustos o de gran estatura sino los que tenían puesta su mirada en un proyecto por terminar, una tarea por cumplir, una persona a quien encontrar.
Cada uno de nosotros vive su propio holocausto en tiempos de crisis, pérdidas, duelo, enfermedad, miedo, soledad, insatisfacción prolongada y otras.
La búsqueda del sentido de la vida es personal, debemos hacerla a nuestra manera, partiendo de nosotros mismos, desde nuestro potencial y experiencias, descubriéndonos en nuestro día a día. El sentido de la vida no es un concepto universal, no solo difiere de una persona a otra, sino que nosotros mismos tendremos un propósito vital en cada etapa de nuestra existencia, añade Frankl.
Como complemento al tema desarrollado, les recomiendo este video sobre “El viaje del héroe” es la historia más antigua jamás contada. Es un patrón que se repite a lo largo del tiempo y de las culturas de la humanidad. Describe las diferentes etapas del camino que lleva a un ser humano a encontrarse a sí mismo mediante su interacción con el mundo del que forma parte. Separación, Iniciación y Retorno.
“Los héroes emprenden viajes, enfrentan dragones y descubren el tesoro de su propia identidad…”. Carol Pearson.
https://tuestima.com/viaje-del-heroe-nuestra-travesia-iniciatica-la-vida/
Encontrarle un sentido a la vida requiere de trabajo personal, fe, perseverancia, disciplina, esfuerzo, valentía y una sana autoestima. Sin ellos, a pesar de estar insatisfechos, la vida seguirá “en modo pausa”.