Ambas conductas generan en las personas que lo sufren, consecuencias negativas vinculadas a una relación insana.
Perfil de “El Salvador”
La forma de relación de apoyo unilateral es recogida en la literatura como síndrome del salvador o de “Perro San Bernardo” y, aunque suele ocurrir en las relaciones de pareja, también abundan en otro tipo de relaciones, especialmente en la de padres e hijos; padres salvadores en el caso de hijos jóvenes a los que pretenden resolverles sus vidas dejando a un lado las suyas propias; y viceversa, hijos adultos con padres mayores, incluso no tan mayores, a los que inutilizan impidiéndoles asumir cualquier tipo de responsabilidad.
El salvador se identifica con un yo altruista y cuidador, siempre va al rescate del otro. Quien rescata, además, nunca deja al otro la opción de afrontar y resolver sus propios problemas. Esto, que en un primer momento, u ocasionalmente, podría ser apropiado en una relación sana, puede convertirse en un comportamiento grave o patológico si ocurre de forma constante.
Suelen ser personas con rasgos controladores, que por lo general no confían en la capacidad del otro para resolver sus problemas, motivo por el cuál prefieren hacerse cargo de ellos. En muchos casos, detrás de su instinto de protección se esconde una necesidad de control, pues mientras el otro tenga la necesidad de su protección, le podrán controlar, y no correrán el riesgo de ser abandonado. Este tipo de personas frecuentemente tienen miedo a enfrentarse a sus propios conflictos y defectos o carencias, motivo por el cuál prefieren asumir los del otro, y se sienten profundamente egoístas cuando, pudiendo hacer algo por éste, no lo hacen.
Enfocan toda su atención y energía en resolverle la vida al otro. Se dedican a hacerle la vida fácil a costa de su felicidad. Necesitan sentirse imprescindibles para dar sentido a su existencia y, cuando esto no es posible, se sienten frustradas, poco valoradas, e incluso perdidas.
Las personas que padecen el síndrome del salvador, además, basan su felicidad en la del otro, por lo que olvidan sus propios deseos, sus gustos y necesidades; incluso sin percibirlo. Este comportamiento les impide llevar el tipo de vida que realmente desean, por lo que las emociones negativas como la tristeza profunda, la depresión, la frustración, la tristeza, la irritabilidad, la ansiedad y el cansancio, más tarde o más temprano acompañan a las personas afectadas por este síndrome.
Si siempre asumes e intentas resolver los problemas de otra persona, tu pareja, un hijo, un hermano, padres o amigos, sufres el síndrome del salvador, una manera insana de relacionarse con los demás. Aprende a corregirlo.
Pero hay que tener en cuenta que para que exista un “salvador”, también debe haber alguien que desee ser “salvado”, o rescatado, por lo que se produce una simbiosis perfecta entre quien padece el síndrome y quien acepta su protección. Por eso, es interesante entender las características de ambos.
Perfil de “El Salvado”
El perfil del salvado suele caracterizarse por una personalidad insegura, y con baja autoestima, con grandes dificultades para atreverse a salir de su zona de confort. No asumen su papel y responsabilidad en la consecución de sus metas, atribuyen lo que les sucede a factores externos que no dependen de ellos y suelen vivir pensando que necesitan tener a su lado a personas más fuertes Es por ello que necesitan al salvador.
La principal consecuencia para el individuo rescatado de sus responsabilidades y problemas, es la imposibilidad de desarrollarse como persona, o aprender determinadas habilidades para resolver los problemas que “el salvador” le soluciona. Disminuyendo la confianza en sí mismo paulatinamente.
Si bien es cierto, que al menos en un primer momento, se trata de una situación elegida, dado que “el salvador” no le impone nada, y le proporciona numerosos beneficios, a “el salvado” puesto que “elegir” no asumir la responsabilidad de tus acciones, implica no tener que asumir tampoco tus errores, ya que en el caso de se produzca algún inconveniente, será el salvador el que lo asuma; posteriormente las consecuencias son negativas para ambos.
Una relación equilibrada y sana de pareja, o entre familiares o amigos, debe sustentarse en la reciprocidad: yo te acompaño, te apoyo, te cuido; y otras veces lo haces tú por mí. Sin embargo, aquellos que padecen el síndrome de “el salvador” entienden la relación de forma unilateral: yo te ayudo, yo te apoyo, yo te protejo, así te expreso mi amor. Si actúas de esta manera es muy probable que presentes el síndrome del salvador.