Una separación es un hecho tan doloroso y fuerte que, a veces, ocurre que uno de los dos (o ambos) queda sumido en el dolor y la frustración. Esto, en algunas ocasiones, produce ira y resentimiento hacia la otra persona, hacia uno mismo, e incluso, hacia la vida.
Buddha explica que quedarse apegado a esa ira es como tomar una brasa ardiendo con la intención de tirársela y dañar a alguien más. Es uno mismo quien en verdad se quema.
Si tu vida está llena de ira y resentimiento, lo que debes hacer es dejar de focalizar en el otro. La mejor forma de dejar de focalizar en el otro y continuar con la propia vida es comenzar un camino de aprendizaje. Debemos aprender a estar bien con nosotros mismos, a querernos y también a conocernos. Esta será la base para el día de mañana, emprender nuevas relaciones, más positivas y sanas, más comprensivas y de respeto mutuo.
Muchas veces es nuestra imaginación la que crea situaciones internas y fantasías que perpetúan esos sentimientos de ira, hasta que terminamos con los pensamientos “hervidos” y listos para desquitarnos con nuestro ex o nuestros hijos. ¡Deténte! Piensa quién estará ganando de toda esta situación. ¡Nadie! Ni tu ex pareja, ni tus hijos, ¡ni TÚ!
Desperdiciamos, así, mucha energía, al sentirnos con negatividad hacia todo tipo de situaciones y cosas en nuestra vida. ¿Cuando fue la última vez que pasaste un día entero sin estar enojado? Analiza las veces que has sentido esas sensaciones de tensión y frustración, y busca la raíz de ese sentimiento. Si la situación es inevitable, tendrás que forzarte a ti mismo para aceptarla y seguir adelante.
Tu mente y tu cuerpo te agradecerán si tomas medidas que te lleven a estar en cierto estado de paz. Notarás la diferencia inmediatamente.