Si algo aprendí de mis diez de años de transito por la depresión y luego de haberla superado es que todo cuanto nos sucede en la vida tiene una razón de ser y que nuestras historias siempre serán parte de nosotros, pero que tenemos el poder de elegir como queremos que impacten nuestra vida.
En mi caso, existe un antes y después de la depresión, y estoy segura que muchos de ustedes han experimentado situaciones dolorosas en sus vidas, circunstancias que los han marcado y que una vez que “la tormenta ha pasado” se han preguntado: ¿y ahora qué hago? ¿Cómo armo el rompecabezas de lo que soy ahora? ¿Hacia dónde voy?
Como perdonarte por todos esos años perdidos, por los errores cometidos, por los sueños que abandonaste en el camino. La única manera es a través del perdón y la compasión hacia ti mismo. Mis errores no piden tolerancia ni aceptación, ni gentileza, soy yo quien necesita de ello.
Por eso se trata de reconocer y honrar el poder transformador que tienen nuestras historias en cada uno de nosotros, porque al hacerlo de manera consciente el poder lo ejerzo yo y no mí historia desde un nivel inconsciente. Porque cuando no asumimos algo, ese algo nos asume a nosotros, se convierte en nuestra sombra. Hasta que llega un momento en que dejamos de ser nosotros para convertirnos en ella. En mi caso la depresión fue la proyección de mi sombra por casi diez años hasta que un día decidí asumir las riendas y tomar el control de mi vida. ¿Qué puede ser un proceso doloroso?, claro que lo puede ser, pero es mucho más fácil que pasarnos la vida escapando de ella…de nuestra historia.
Reconocer y honrar nuestras historias, siendo amorosos con nosotros mismos durante el proceso, es lo más valiente que podremos hacer jamás. Si somos capaces de aceptar nuestra historia, desprendiéndonos de la culpa y el dolor, habremos tomado conciencia de cuan valiosos somos.
Reconocer que somos valiosos por encima de las circunstancias, más allá de nuestros supuestos defectos o errores, es aceptar que Dios nos ama por encima de todo y que si Dios nos perdona, como no hacerlo nosotros.
Constantemente estamos buscando la felicidad en cosas externas, esperando que otros nos provean la felicidad que tanto anhelamos, pero no somos conscientes de que para experimentar plenamente el amor debemos creer que somos merecedores del mismo. Por lo tanto solo amándonos profundamente con todo lo que somos, con nuestros defectos y virtudes, con nuestras historias, podremos realmente esperar que el mundo nos ame y nos acepte.
Cuando logremos ser auténticos y fieles a nosotros mismos, más allá de nuestra vergüenza, de nuestras culpas y nuestros temores, estaremos permitiendo que nuestro verdadero ser se manifieste, ese que durante mucho tiempo hemos escondido en la sombra de nuestro ego.
Sé que muchos de ustedes, aunque con historias quizás muy diferentes a la mía, en algún momento del camino han sentido el peso de sus historias de vida sobre sus hombros, aunque muchos no sean ni siquiera conscientes de ello. No obstante ten presente que la vida siempre nos entrega las circunstancias perfectas y que conectarnos con la felicidad no es una meta, es una práctica diaria a través del ejercicio de la consciencia, recordando que la felicidad no está al final del camino… ¡LA FELICIDAD ES EL CAMINO!
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