¿Qué es la inteligencia emocional?
Es la capacidad de ser inteligente con respecto a los sentimientos, los propios y los de otras personas. Implica ser capaz de darse cuenta, entender y actuar ante las emociones de manera apropiada.
Aunque este concepto fue introducido por los psicólogos Peter Salovey y John Mayer, fue Daniel Goleman quien profundizó en él y lo desarrolló. Por eso, se le considera el padre de la inteligencia emocional.
“Las personas con habilidades emocionales bien desarrolladas son más proclives a ser efectivas en su vida, pues dominan los hábitos de su mente que fomentan su propia productividad. Las personas que no pueden controlar su vida emocional mantienen luchas internas que sabotean su capacidad de trabajar con atención y una mente limpia” Daniel Goleman.
Para trabajar la comprensión y gestión de emociones en los niños, es importante que podamos contar con algunas estrategias y habilidades, para acompañarlos en este camino hacia su propio desarrollo.
Algunas de las estrategias / habilidades que pueden aplicar, como padres, madres, educadores o terapeutas, son:
1. La capacidad para validar sus emociones
Valida siempre cómo se siente (muchas veces, lo que interfiere en su bienestar no es cómo se siente, sino cómo está expresando esa emoción, si lo hace de forma desadaptativa o desproporcionada).
2. La capacidad de escuchar activamente cómo se siente
Los niños necesitan ser escuchados, acompañados… Si somos capaces de escucharlos, se sentirán reconocidos, lo que favorecerá su expresión emocional.
3. La empatía
¡Qué imprescindible es que nos pongamos en su lugar! Además, no olvidemos que somos también sus modelos; si empatizamos, ellos podrán ser capaces de hacerlo también.
4. No juzgar
Muy relacionado con la validación emocional, es importante que no juzguemos a nuestros hijos o alumnos. Si se comportan de X o tal forma, es por alguna razón; actuemos desde la escucha, la observación, el respeto y la conciencia.
Juegos
Además de estas estrategias, que debemos implementar, es sumamente útil la utilización de juegos que permitan al niño, expresar, observar y moldear sus emociones, hay muchos, aquí te dejo 3:
La técnica de la tortuga o caparazón seguro
Este juego, o técnica, está orientado a enseñarle al niño a no reaccionar de forma explosiva o desproporcionada ante emociones como la rabia o el enfado.
Así, a través de ella se trabaja la autorregulación y el autocontrol emocional. El niño deberá aprender a identificar su emoción de rabia o enfado, detectando dónde se origina en su cuerpo, qué siente, etc.
Después deberá ir a «un lugar seguro» para él; en este caso, puede ser un caparazón en el que cobijarse cuando se sienta así.
Bajo ese caparazón (que creará él mismo, simulando la posición de una tortuga escondida), se tranquilizará y no hará cosas de las que luego pueda arrepentirse.
El niño puede usar sus manos para protegerse, y servirse de técnicas de respiración profunda para poder salir de ese caparazón cuando la tormenta (rabia) termine.
Probando emociones
En este caso, se trata de probar las diferentes emociones. Es decir, de imitar su expresión facial. Por ello, podemos pedirle al niño algunas acciones a través de algunos ejemplos muy visuales, como:
- Fruncir el ceño (como alguien enfadado, como una bruja malvada…).
- Sonreír (como una persona feliz…).
- Cansarse (como papá o mamá después del trabajo, como una hormiga que ha trabajado todo el día…).
- Asustarse (como un niño que se ha perdido en el bosque, como un gato al que le ha ladrado un perro…).
- Descansar (como un viajero que ha soltado su mochila, como un niño que ha ayudado mucho a sus padres…).
- Enfadarse (como un niño al que le han tirado el helado, como papá y mamá cuando no les hacemos caso…).
Si se hace en grupo, se trata de votar quién está simulando mejor cada emoción a través de su cara. Se pueden añadir también otros gestos. Es un juego que, además, permite también trabajar la empatía.
Canciones emocionales
Este juego que planteamos para trabajar las emociones es muy sensorial; se trata de seleccionar diferentes canciones: canciones lentas, otras más animadas, otras relajantes… es decir, canciones de diferentes ritmos y estilos.
Se trata de escuchar con el niño las diferentes piezas musicales, y de que escriba o diga qué emoción le despierta, o transmite, cada canción.
También puede describir alguna situación que le haya recordado la canción, explicarla y hasta dibujarla.
Fuentes: Bebés y más | Educarestodo