¿Somos consecuencia de nuestro entorno? En las primeras páginas de mi libro “Relaciones, vivir en armonía” digo que todas las relaciones nos definen. Todas, hasta las que creemos más insignificantes pueden dejar un impacto en nuestra vida.
Hay una influencia natural de los modos culturales, de la manera de mirar la vida y hasta de lo que nos terminará gustando o no. Pero también hay un impacto en lo invisible, en lo que sentimos y en las historias que, aun no siendo parte, iremos construyendo en nosotros en base a lo que percibamos de ellos. Y de nosotros en relación a ellos.
Si esto fuera solo así, podría asegurar que en mayor o menor medida somos víctimas de las personas que nos rodean. Pero, claro está, ésta es una posibilidad, pero no la única y menos aún la mejor.
Es cierto, si andamos distraídos, si no estamos conectados con nosotros, con nuestra propia visión –que iremos construyendo a medida que vivimos- y no respetamos esa voz interna, todo el entorno puede llenarnos de información y terminaremos viendo el mundo por los ojos de otro… o de otros. Y si bien esto es sencillo de leer e interpretar, considero que no es un trabajo tan sencillo poder limitar el impacto de nuestro entorno, especialmente cuando hay emocionalidad. Les recuerdo que lo que se siente, se instala en nuestro cuerpo energético y “comenzamos a pensarlo como propio”. Tanto por lo que sufrimos como por lo que disfrutamos, tiende a quedar en nuestro propio universo de pensamientos.
Me preguntan: ¿Y cómo salirnos de ese círculo? Hay momentos en los que caemos presos de ciertas ideas y nos toma tiempo darnos cuenta que no somos eso, ni somos así.
En estos casos, uso el recurso del inspirador. El inspirador es la persona que me ayuda a ver lo mejor de mí, aunque en principio creo que es solo una característica de esa persona. Al estar nublado por mis miedos, no puedo recurrir a mi mejor parte y llega alguien que me la muestra. Generalmente, lo que me une a esa persona que llamo “inspirador” es admiración, y hasta algún grado de fanatismo cuando no entiendo claramente porque está en mi vida.
Cuando estoy en medio de un caos que no puedo manejar, ni manejarme, no busco ayuda inmediata porque sé que extenderá el caos. En ese caso, cierro los ojos y me pregunto ¿Qué estaría haciendo esa persona en este momento, con esta situación o ante esta decisión? Y la respuesta llega clara, porque los miedos no crean resistencia al no hacer referencia a mi persona. Así, puedo encontrar inspiración, conectándome con la idea de una persona que no está en mi entorno inmediato, pero que me dará una luz para iluminar mi próximo paso.